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2 ago 2024

Relatos Cortos Próximos n°37

 "La armonía es la ley fundamental de la vida. Cuando la armonía cesa, acontece la muerte"

"No hay mayor desprecio que no hacer aprecio"

  Tres chicas asiáticas con sus enormes maletas metálicas esperaban el autobús en la parada de la estación central. Cuando subieron las tres tomaron asiento juntas. Durante el trayecto no pararon de conversar en tono alto en su idioma y de reír continuamente. Algunos pasajeros observamos sorprendidos la alegría que transmitían; sin embargo, otros pocos de ellos ni se inmutaron de su presencia, pues unos estaban absortos mirando las imágenes de su móvil mientras otros se mantenían pensativos con caras tristes. Es cierto que muchas cosas del ser humano significa lo mismo en todos los idiomas del mundo, pues la risa y las lágrimas no necesitan traducción.

   Las tres muchachas eran muy jóvenes y parecían muy unidas quizás desde una procedencia lejana. Mostraban estar orgullosas y confiadas al acercarse su lugar de destino. Estoy seguro que algún otro pasajero como yo, les deseaba un trabajo y un destino feliz, y que tuvieran la merecida suerte de no caer en manos de traficantes ni engañadas para ejercer en prostíbulos cómo así en otros trabajos de explotación ilegal. Sus risas contagiosas y sus inocentes apariencias merecen una estancia feliz. Debería ser un delito interrumpir cualquier tipo de felicidad.

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   Tras unos enormes árboles se encuentra una iglesia donde se escucha las campanadas de todas las horas. 

En el momento de las 20 horas, el metálico sonido inundó la silenciosa plaza situada en un insolito rincón  desapercibido y apacible trasmitiendo paz . Lamentablemente poco a poco, con el paso de los días, la silueta de la iglesia renacentista empieza a ser envuelta por edificios de moderna construcción. Ese agradable silencio que mantiene el telúrico lugar, ayuda a relajarse o a meditar, que por suerte, sólo es interrumpido por un mínimo de transitados vehículos desorientados. El toque de la última campanada, la que señala la hora, se apaga silenciosamente manteniendo en el aire la vibración sonora que suavemente se mezcla con la atmósfera. En esos momentos sonoros, si cierras los ojos y dejas que las campanadas te envuelvan, se convierte en un instante mágico. Quizás sea una música que no encaja con la modernidad, pero es el sonido ancestral que tiene que permanecer en algunos rincones y en todos los tiempos.

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          Por un vicioso y sano capricho, estuvo durante un periodo largo de tiempo, recortando noticias y fotos de las revistas y periódicos que leía cada tarde. Los recortes estaban compuestos por frases o sentencias de pequeños artículos de las que le sabía mal desprenderse y que cayesen en un olvido. Pues son pensamientos, incluso consejos muy válidos para convivir en cualquier época de una existencia. Palabras que estaban impresas momentáneamente para quien las leyera en aquella mañana o durante el resto del día. Consejos que pasaban desapercibidos por despiadados y vulgares lectores. Pequeñas notas que en el final del día, quedaban abandonadas en un cubo de basura. Por eso pensaba,. que podía darles otra oportunidad a esas palabras donde otra persona interesada como él las valoraría. -Quien sabe- se dijo a sí mismo. Trocitos de frases o pensamientos que recortaba cuando a última hora de la tarde, el periódico terminaba en sus manos. Ese trocito de papel lo guardaba en su cartera de bolsillo. Cuando llegaba a su casa tomaba esas palabras como si fueran ya propias, donde las escribía en una más de sus múltiples libretas y que posteriormente, como si fuera una especie de anticuario, esos pequeños recortes los guardaba en un frasco de vidrio. Era una manía como la de cualquier otro, y ningún individuo se libra de no poseer una manía. Más bien es una costumbre de las manías apoderarse de las personas.

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