"Cada uno de nosotros está solo y cuánto antes un hombre lo comprenda, mejor para él" (Jerzy Kosinski)
Algunos fines de semana el guardia de seguridad trabajaba 14 horas continúas. Su vigilancia la hacía en un edificio de moderna construcción con muchas cristaleras. Me comentó que él solo, era suficiente para vigilar todo el rascacielos, pues en ese edificio y sus alrededores estaba todo controlado bajo vigilancia por la increíble cantidad de 1500 cámaras. Todo lo que se movía alrededor y dentro de ese lugar quedaba grabado. Si pasado unas 48 horas no había ocurrido novedades importantes ni ningún altercado alguno, todas las imágenes grabadas podían borrarse pulsando un botón.
Curiosamente, ese enorme edificio está lleno de oficinas y apartamentos vacíos. Sólo algunos pocos muebles como mesas y sillas hacían el cumplimiento de relleno en alguna sala. Ningún personal salvo alguna visita ocasional de algún accionista o funcionario se dejaba ver alguna rara vez, justificando su presencia como otro cumplimiento más o como control relativo para ver el estado de las cosas.
El guardia de seguridad me seguía comentando que el edificio vacío costaba una millonada al mes sólo su mantenimiento, sin contar el inmobiliario en si. Bajo el edificio mismo, existía un enorme parking en que sólo estaban aparcados siempre tres mismos coches de gama alta.
El guardia tenía la sensación de vigilar un edificio fantasma. Y tenía muy claro no extralimitarse en sus funciones y no hacer preguntas que le podían comprometer en el trabajo, como averiguar la auténtica propiedad y utilidad del edificio, pero sus sospechas rondaban a una inversión o tapadera industrial de una fábrica de componentes y chips electrónicos.
La misión del guardia consistía estrictamente en la vigilancia sin compromiso a ninguna respuesta violenta ante un acto desagradable. Si esto ocurriera, su misión inmediata consiste en llamar a la policía para solucionarlo y rellenar un informe para justificarse. A veces como solía ocurrir, su entrenamiento físico, su inteligencia y su uniforme azul con sus instrumentos evasivos como una porra o un spray, eran suficiente para alejar a borrachos o a jóvenes gamberros donde algunas que otras anteriores veces, llegaron a romper unos cristales muy caros de la planta baja.
Cerca del edificio se acercan paseando a momentos turistas curiosos queriendo conocer la zona. Y alguna que otra vez, se acerca alguna joven prostituta ofreciéndose cuando ha terminado sus servicios con algún cliente del hotel cercano.
El guardia le gustaba trabajar de noche las ocho horas. Sólo trabajaba de día, una vez al mes en un fin de semana. Había muchos momentos que se le hacían eternos donde las horas se hacían largas. Entonces mataba el tiempo con alguna lectura o haciendo sudokus, escuchando la radio o paseando por las catorce plantas del edificio. Pero siempre con el ojo avizor y sin bajar la guardia.
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