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18 ago 2022

El abrazo de una mujer madura.(Narración)

 "Dos puntos se atraen y aunque la atracción suele estar destinada al encuentro, hay quienes prefieren el juego de cruzarse, y vivir así, buscándose en el infinito"(J.Jose Arreola)

"A veces falta una persona y parece que el mundo entero este desplomado" (Alphonse de Lamartine)

"El hombre acababa de llegar con su vehículo de un restaurante que estaba alejado de su hospedaje rural. No era la primera vez que visitaba ese lugar, y se supone, que no sería la última, pues tenía familia y solía pasar algunas instancias veraniegas con ellos. Estaba aparcando su coche cuando al final de la calle, destacaba caminando una mujer que lucia sobre su cabeza una enorme pamela de paja. Poseía unos andares bonitos y ligeros. Se le iba acercando acompañada de su perro labrador retriever. Era un poco después del mediodía, el calor apretaba de lleno, y en una hora muy inabitual para pasear. Era una antigua y conocida vecina que era difícil de verla en la actualidad. En su encuentro, después de tanto tiempo, ambos se saludaron y se alegraron de verse de nuevo con  su fiel acompañante de siempre. Le comentó su pensamiento donde creía que le había sucedido algo al no dejarse ver por el lugar como antaño era habitual en ella.

   Ella le confesó, que estaba perfectamente bien, sólo que, tras el fallecimiento de su marido -que de eso hacia en la actualidad dos años-, salía lo justo de su casa y se relacionaba muy poco.

   Él le dijo que, justamente hacía dos años que no visitaba el pueblo. Y como cosa normal, había observado, que el tiempo no pasaba en balde; y que algunas cosas del lugar habían cambiado, y que personas como ella, se conservaban muy bien.
   El visitante tenía la curiosidad de saber a dónde se dirigía con la solana que estaba haciendo. Ella le contestó, que caminaba hacia su huerto, donde bajo sus árboles, estaría mejor protegida del calor.
   Entonces él le preguntó si le podía acompañar en ese trayecto, y así aprovecharía para conocer algo más sus cercanías, cosa que ella le agradeció por ese detalle.
   El perro al comienzo de ese recorrido, le olisqueaba, y sus miradas se cruzaban. Al rato, el can acercó su húmedo hocico hacia su mano como una aprobación para que lo acariciara. 
    Para acompañar con buenas palabras en el camino, él le dijo que sintiéndolo mucho, no le habían informado del fallecimiento de su marido.
  La mujer dió una muestra sentimental de esa pérdida, y prosiguió caminando deprisa y él tuvo que acelerar su paso un poco más. El perro le iba controlando de cuando en cuando muy tiernamente.
   Tras un breve silencio, le continuó preguntando si echaba de menos a su marido. Ella le contestó, que en cierto modo si; y que la vida es un simple tránsito, que irremediablemente no queda más remedio que aceptar por mucho que te duela, la falta de presencia de los seres queridos. Y que nunca se sabe lo que has querido ni lo que te han amado en toda su magnitud, hasta que no te das cuenta de que lo que existe es la presencia de su ausencia. Aparecen unos sentimientos diferentes a otros, que se necesita un largo tiempo para razonarlo -continuo diciendo-. Nunca el tiempo que nos da la vida nos parece suficiente. Esos pensamientos están permanente en la mente, y como si fuera una ermitaña, me ha hecho aislarme y relacionarme socialmente lo justo, donde permanezco mucho en casa y en mi pequeño huerto.
  El sendero se acercaba a una pequeña casita de campo. Parecía muy bien construida, tan igual y acogedora como una pequeña vivienda, donde además; guardaba su material de labranza. Tenía ciertos muebles, un hornillo, una pequeña nevera, un sofá cama, y al lado un servicio de lavabo; incluso contaba con luz y su agua corriente.
   Esta casita que ves, la construyó él totalmente con sus manos donde le llevó varios años de trabajo - le dijo-.
  Al comprobar el visitante que le entusiasmaba hablar del que fue su esposo, le preguntó ¿que había sido lo más extraordinario y lo que más echaba a faltar de él?
- Le gustaba releer muchas veces El Quijote -le respondió-; decía que ese libro reflejaba mejor que la Biblia, la esperanza y lo que era la vida. Tenía un espíritu muy abierto, y poseía una manera excepcional de explicar cualquier cosa; con palabras muy definidas y largos comentarios que a veces parecía que entrarás en el relato de una novela.
   Tras un minuto de silencio, prosiguió:
-Tambien noto a faltar sus caricias, aunque tras unos últimos y largos meses no hablaba mucho, ni siquiera me abrazaba; algo que era todo lo contrario de su costumbre. Se supone que era una señal de la enfermedad que le debía de rondar por su cuerpo. Sobretodo hecho mucho a faltar sus abrazos. Porque cuando te abrazaba parecía que te introducías dentro de su persona. Hay ciertas formas de querer que se hacen muy personales. Ahora hace más de dos años que nadie me da unos abrazos ni nadie me consuela. Esa falta de afecto, me sumerge en una profunda tristeza.
   Después de esas palabras ambos se quedaron mirándose unos minutos en silencio.
-¿Te podía pedir un favor? -continuó diciendo-
-¡Si, claro que sí! -le dijo él- ¡Dígame!
-¿Me podrías abrazar aunque solo fuera un momento?
   Él aceptó con la cabeza en silencio y se posicionó delante de ella para empezar con el abrazo. Una petición que inesperadamente le dejó sorprendido. El perro no dejaba de contemplar a ambos, parecía que comprendía todo lo que estaba diciendo su dueña. Al rato se tumbó relajado en el suelo queriendo dormir, aceptando todo lo que pudiera suceder por adelantado. 

   -¡Vamos, animate! -le dijo-. No tengas precaución, no te voy a comprometer, además estamos solos. ¡Sólo será un abrazo!.
  Se dispuso a abrazarla. Ella todavía llevaba su pamela de paja que sombreaba su cara. Se acercó mirándola a los ojos que los protegía unas gafas. Los tenía algo apagados que reflejaba que estaba sumisa por la tristeza.
   La tomó cariñosamente con ambos brazos apoyándose ambas mejillas abochornadas de la calor, donde sin pudor, se mezclaron unas gotas de sudor. Un minuto que pareció largo y luego se separaron. Se quedaron mirándose como si esas miradas hubiesen recogido la comprensión de todo el diálogo anterior. Ella tuvo el presentimiento, que era un momento perfecto para ese afecto, y que quizás el agradecido destino  había favorecido a ello. Notó que él era un hombre al que se le podía confiar cualquier cosa, y que había mostrado en su comportamiento un respeto.
-¡Abrazame por favor! -le volvió a decir-.
   Su cuerpo de mujer madura a pesar de la edad que debía de tener, seguía conservando cierta sensualidad. Comprendió que no podía defraudarla en ese deseo momentáneo que tanto necesitaba.
-¡Abrázame un poco más, por favor! -volvio a repetir-.
   Se acercó por segunda vez, prosiguiendo con un abrazo donde deslizó su mano varias veces por su espalda, mientras ella permanecía inmóvil apreciando esos instantes. Él, sorprendido por la situación surrealista del momento, se preguntaba, el cómo seguir continuando con precaución sin causarle ninguna ofensa a una mujer que mostraba sensibilidad. 
Apretó más el abrazo y le besó en el hombro, debajo de su oreja izquierda. Siguió con las caricias de su mano y ella respondió con un besó en su boca. Después se miraron ambos a los ojos con una respiración profunda. Sentían que sus corazones latían fuertemente. La cabeza de ella la reposó en su pecho. Dió unos ligeros pasos como si fuera a comenzar un baile, y en voz baja tarareaba el tono de una canción.
   El hombre mantenía su abrazo como si fueran dos enamorados que se acaban de encontrar después de mucho tiempo. A él también le vino a la memoria, alguna situación similar, pero de ello hacía mucho tiempo que ya había caído en el olvido. Entonces se preguntó: ¿cómo pueden olvidarse ciertos sentimientos?. -Es como si esas emociones que en su momento fueron significativos, les llega el barro luego y los cubre con la nada- pensó.
   Las miradas se mantenían inmóvil como si sus ojos estuvieran ahora en una pausa, explicándose ese momento único. Los fuertes abrazos y besos recuperaron de sus memorias otros romances perdidos.
   Debajo de la gigantesca sombra de aquel árbol, tranquilamente, continuaron mirándose un buen rato, sin mediar palabra. Ambos no dieron muestras de arrepentimiento ni de vergüenza por el espontáneo acontecimiento.
   Mientras él permanecía en la contemplación, ella le dijo:
-Enseguida que te vi, tuve la sensación de que podía pedirte este deseo. Como si el universo me indicara que eras la persona elegida y adecuada para ello. Creo que lo recordaré siempre. No te sientas utilizado por lo sucedido, no creas que lo hago por costumbre. Simplemente lo necesitaba. Ha sido algo sencillo pero divino para mí. Me gustaría retener por más tiempo esos instantes agradables, cosa que intento y que parece un imposible. En el fondo creo que siempre he sido una sentimental.
   Él seguía mirándola con media sonrisa y comprensión, dejándola que se expresará.
-Este momento- siguió diciendo- me ha hecho recuperar mi estima; te lo agradezco. Algo único. Creía que ya no interesaba a nadie, y que nunca más iba a tener a alguien que se atreviera a darme algo más que unos afectos.
   Estuvieron hablando después de lo frágil que era la vida y sobre las cuestiones de soledad; afortunada en momentos e ingrata en otros; donde a veces es como una prisión en la que hay que encontrarse con uno mismo.
 - ¡Ja,ja,ja! -rió de repente-. Nunca leo los horóscopos, y me acabo de acordar que esta semana leí por casualidad, que iba a tener  próximamente un contacto.
   Los dos se rieron a carcajadas, pero él siguió sin pronunciar nada dejándole hablar a ella, pensando y suponiéndose, que era muy consciente de la sorprendente situación.
   -Tengo que continuar con las labores del campo - le dijo después-. Te puedes marchar si quieres. Puedes volver cuando te apetezca, será agradable volverte a ver. No quiero retenerte obligatoriamente, seguro que te esperan y tendrás cosas que hacer.
   Comprendió perfectamente que ella prefería que se marchase.
   Posteriormente se despidieron amablemente, y cuando él se giró para el camino de regreso, el perro se levantó y le volvió a lamer la mano.
   En el camino de vuelta se paró y dirigió su mirada hacia atrás. Ella permanecía inmóvil mirándolo con su vestido azul y su pamela. Su perro seguía a su lado observándole también. ¡Adiós! Se dijeron con las manos.
 
                          *****