"En esta vida sólo se equivoca quién lo intenta; merece la pena intentarlo, una y mil veces" (J. José Ibarretxe)
"Un hombre imposibilitado para viajar, hace una desesperada oración y pide al Universo, que le conceda el deseo de convertirse en una paloma, y llegar así, al otro lado del mundo, para conocer y estar personalmente con una persona a la que quiere mucho. Pues una correspondencia mantenida durante mucho tiempo, creó un hermoso vínculo de amistad. Su petición la hizo con tal intensidad, que a los pocos días se vio convertido de la noche a la mañana en una ágil paloma. Se le concedió ese deseo con la suerte de que en su pequeño cerebro avícola, mantenía la conciencia y la memoria de la persona que dejó de ser.
Sin pensarlo dos veces, se dirigió a la ventana más próxima y abierta de su casa, para emprender ese viaje. Así lo hizo confiado en que sabría volar y en su sentido de orientación. Como quería llegar a su destino lo antes posible, se planteó descansar y alimentarse sólo en lo indispensable y necesario. De un barrio pasó a otro. De una ciudad pasó a otra. Y poco a poco llegó al país vecino. Reposaba buscando las migajas de pan o de cualquier cosa comestible, y continuaba su viaje hasta la extenuación, localizando lugares que estuvieran protegidos de la interperie para descansar seguro, y tomar las suficientes fuerzas para continuar. Así lo hacía cada día. Recorría kilómetros y kilómetros de un lugar extremo hacía otro de un país. Del sur al norte, del norte al este, depende de su situación geográfica y evitando en lo posible volar en travesías sobre el mar, enlazando países y continentes. Así sucesivamente de una provincia a otra, conociendo su diversidad, sus lenguas, sus gentes y costumbres. Sus cambios de temperatura y su clima. El verano en un lugar, el otoño en otro. Pero lo más duro y donde encontró más dificultades para su vuelo y sus alas, era el invierno, con su aire helado, las lluvias y las nieves, incluso para refugiarse y mantenerse caliente y su escasez de comida que le debilitó y le retrasó mucho. Pero su fuerza de voluntad y las ganas de cumplir su sueño, era superior para dejarse vencer por esas inconveniencias. Por suerte en otro lugar, se encontró con la primavera y pudo reanudar más placenteramente y con más fuerza su viaje.
Continuaba y progresaba su trayecto sólo con las incidencias que suele encontrarse un ave. Ella poseía una ventaja: que podía leer y entender mejor todo donde allí se encontraba. Su memoria orientativa no le fallaba y le permitía avanzar. A veces le invadía momentos desesperados con pensamientos y sentimientos existencialistas que su cerebro humano aún mantenía.
Por fin, y tras un año y poco más, llegó a ese país tan deseado y esperado. Pero todavía estaba en su norte, y tenía que llegar al sur, lo que tardaría unos días más en llegar. En esos días de pendiente vuelo, tomó la decisión de hacerlo más relajadamente para así, llegar a destino con energía en reserva y con la oportunidad de conocer ese país mejor.
Cuando llegó a su destino, en su pequeño cerebro mantenía memorizado la dirección de la vivienda de la persona querida.
Al día siguiente, temprano por la mañana, se posó tranquilamente en la repisa de su ventana. Con sus pequeños ojitos observaba a través del cristal del ventanal, como su amor se levantaba de la cama y empezaba a andar por casa preparándose el desayuno. La vio y era tal como esperaba. Su amor se estaba haciendo incondicional.
Estuvo mucho tiempo contemplándola tras ese cristal. Hasta que llegó el momento en que ella avanzó hacia la ventana y la abrió para ventilar el hogar. Al ver la paloma, la expulsó de la repisa. Ella no podía saber que era un ser querido transformado en una paloma. El Universo le había concedido ese don de volar, pero no le devolvió su antigua personalidad. El resto de sus días, la contemplaba desde los cables de un tendido, donde ella de cuando en cuando, le lanzaba unas migajas de pan".
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