- TITANE - está destinado a ser un film de culto. De variada catalogación. Puede considerarse como un dramático psico-thriller fantástico y de ficción. Por su extrañeza, no es recomendable para cualquiera.
Los personajes principales ya son en sí un tanto peculiares. La persona normal en este film, pasa a un segundo plano, donde más bien representan lo común y son las víctimas inocentes que nuestra protagonista Alexia (Agathe Rouselle) se encarga de eliminar fríamente y sin motivo aparente.
Desde el inicio del film, ya entramos en una escena poco recurrente y poco habitual, introduciéndonos en el interior de un coche, donde las caras de un padre y la de una niña ocupan un primer plano, y que nos indica que existe una relación anormal entre ellos. En su recorrido, la niña incordia al padre mientras este conduce y esto provoca un accidente.
En la siguiente escena, y a causa de esto, la niña llamada Alexia, está en el hospital donde le han implantado en una parte lateral de su cráneo, una placa de titanio como remedio a una posible psicomotriz.
Posteriormente, han pasado unos años y Alexia es ya una muchacha atractiva y delgada que trabaja de noche en una especie de feria discotequera, donde se expone y se practica el culto al coche, donde ella y otras compañeras bailan sexualmente sobre sus fantásticos carruajes de últimos modelos. Alexia parece la más admirada de todas, incluso tiene ciertos admiradores que le piden su autógrafo.
Cuando ella sale de trabajar y va dirigiéndose al aparcamiento para tomar su coche, es perseguido por un individuo que aparentemente parece un violador. Cuando ella es alcanzada, ya está introducida en su coche, y vemos que es un entrañable fan que le pide un autógrafo y ser un posible amigo. Tras unos apasionados besos, Alexia le termina matando utilizando como arma una aguja que suele usar para recoger su cabello.
En la mañana siguiente, Alexia está en su casa con normalidad. Es hora de una comida y aparece su padre y con el cual ambos, no se dicen ni unas palabras. Esta secuencia, nos indica por segunda vez, que la relación que mantienen como padre e hija es indiferente. La falta de afecto entre ellos es presencial y distante, y donde su motivo no es explicado.
París vive unos momentos convulsos con una psicosis de terror a causa de unos crímenes que tampoco son explicados, y que supuestamente pueden dar a entender al espectador que son cometidos por Alexia.
Alexia es una enamorada de los vehículos, y dentro de ellos, por las noche, literalmente, hace el amor con el coche, (sexo entre mujer y máquina, como si esa implantación de titanio le fusionará al metal).
Nuestra protagonista posee un carácter especial con un trauma inexplicable, que hace que sus amistosas relaciones sean complicadas, con lo cual, aportan y aparecen momentos de amor y de ira, que terminan siendo víctimas con crueles muertes utilizando su famosa aguja.
La ciudad ha aumentado su vigilancia policial porque ya han dado la alerta de que una asesina anda suelta, debido a que una de sus últimas víctimas salió con vida y detalló su fisionomía.
En su huida y en una terminal de transportes, comprueba que ya le están buscando, y en ese intento y como no sabe cómo evadirse ni esconderse, ve en unos anuncios expuestos, las víctimas y su retrato robot junto con otro de un niño desaparecido hace años y al que todavía se le busca.
Inmediatamente se le ocurre la idea de ir al lavabo para intentar transformarse y parecerse al máximo a ese muchacho. Para ello, se corta el pelo, se depila las cejas y se rompe la nariz bruscamente, además, se venda sus pechos y su vientre con una cinta para aparentar más a un torso masculino. Hay que añadir que, su vientre va aumentando de tamaño, pues da a entender, que posiblemente está en proceso de gestación.
En la próxima escena, Alexia ha acudido a la policía, pero no para denunciar sus crímenes, sino para presentarse como el chico desaparecido del anuncio.
Han avisado al padre del niño desaparecido, y este acude a su búsqueda y acepta desesperadamente al muchacho sin muchas comprobaciones ni pruebas de ADN.
El padre (Vicent Lindon) es un hombre corpulento que ejerce como jefe de una jefatura de bomberos. Como es normal, arrastra un trauma desde la desaparición del hijo. Ahora, la recuperación y la estabilidad del disimulado muchacho, será su motivo de máxima preocupación.
Alexia tiene ahora el nombre del chico desaparecido, Adrien. Tras una apariencia de un ser andrógino, ella se mantiene precavida y reservada en silencio, procurando mantener íntimamente su identidad femenina, donde a pesar de todo, comporta ciertas y extrañas anomalías, y simulando ahora al suplantado padre, un trauma debido a su desaparición, manteniéndolo a este en espectativa.
La presuntuosa aparición de Adrien, va naciendo en su padre un sentimiento orgulloso y pasional. Un amor que va creciendo condicionalmente y a la vez ciego, tolerando y aceptando todas las rarezas que presenta Alexia/Adrien que van surgiendo día a día.
Como quiere que su hijo se introduzca en la normalidad, le ingresa en el equipo de bomberos. Allí, todos sus compañeros ven que ha entrado un ser extraño en su plantilla, y ello causa una cierta incomodidad en la brigada. Pero la presencia y el tono fuerte de su jefe, hace que todos tengan que aceptar la nueva presencia.
El padre es un personaje peculiar, donde comprueba que su resistencia va disminuyendo en la fuerza de su cuerpo grande y musculoso. Para combatir esto, se inyecta para su mantenimiento, unas inyecciones de hormonas musculares. En una de esas tomas diarias, se inyecta una de más, y eso le provoca caer en una inconsciencia. Mientras tanto, Alexia/ Adrien, ha intentado huir, pero dentro de un bus, un grupo de jóvenes machistas, increpan y se siente débil, insegura y con miedo. La apariencia masculina la hace sentir frágil, lo que le hace apearse del bus y volver con su padre adoptivo. Cuando regresa a casa, le encuentra inconsciente en el suelo del aseo. Allí le sale una rabia incontenida otra vez, y toma su aguja para eliminar a su padre. Pero esta vez no lleva a cabo ese asesinato. El chico siente que tiene un cierto aprecio a esa persona que ahora tiene en sus brazos, que le ha aceptado y protegido, y al que le ha tomado ya un cariño.
Entre ambos, surge cada día más, hacia uno y otro, un sentimiento de comprensión y de amor mutuo..."
Obviamente, no se explica aquí totalmente todos los detalles del film. Detalles que no dejan de ser trascendentes, para que el posible espectador la disfrute y le sorprenda el final.
Esta película supera las mismas características del film -Crash- de 1996, de David Cronenberg, otra obra de culto basada en la novela de J. G. Ballard. No falta el masoquismo, el lesbianismo, la violenta atrocidad fuera de serie, (donde en secuencias puede hacer recordar a La Naranja Mecánica de Kubrick). El tatuaje, las cicatrices, el cuerpo feo, deforme y grotesco, de un ser que a momentos es cruel, temeroso, amoroso, repelente e inesperado. Con cuerpos de desnudez al límite. Escenas de amor que sin ser sadomasoquismo, son imágenes duras y fuera de lo común. Ingredientes de adrenalina, atracción y repugnación, y sensaciones impactantes acompañadas con una potente banda sonora.
Su directora hace comprender que incluso siendo personas difíciles y antagónicas, la base fundamental es el amor, lo que hace crear un vínculo. Esto queda reflejado perfectamente en una frase, -me da igual quién seas, eres mi hijo, seas quien seas-.
Un film innovador que puede provocar un cierto rechazo, por ser sorprendentemente turbador, reaccionario, conmovedor, impactante, violento, gollesco, escalofriante, que te conducen a siguientes escenas sin saber qué te puede sobrecoger.
Como anécdota, la directora Ducournau, encontró a Agathe Rouselle por Instagram, y le hizo pasar varias pruebas sin dejarle ver nunca el guión completo de su film. Rouselle tampoco conocía a la que iba a ser su directora, ni había visto su anterior película, Crudo del 2016, donde ya fascinó en el género fantástico.
Dirección y guión: Julia Ducournau. Interpretación principal: Vicent Lindon, Agathe Rouselle, Garance Marillier, Camile Salameth, Bertrand Bonelli. Año 2021. Color de 108 minutos. Fotografía de Rubén Impens. Producción franco belga. Segundo film de su directora después de -Crudo-, que ganó el premio de la Semana Crítica en 2016.
Premios: Palma de oro festival de Cannes 2021. Premio del público en el festival de Toronto. Premios Gotham en nominación mejor película.
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