"Hay personas que se han hundido tanto en la oscuridad, que todo lo que es luz les parece turbación" (Pomponio)
Ilustración de Tysongrumm |
* Cada mañana poco después del amanecer, un pájaro común se ponía a cantar en el tendedero de su ropa. Tenía que hacer mal tiempo para que el simpático pájaro no hiciera su descanso en esas cuerdas. Tenía un canto tan penetrante que no hacía falta que el dueño de la vivienda necesitase un despertador.
- ¿Cómo puede ser que cada mañana se pose este loco pájaro en mi ventana - se decía el dueño-, si pájaros ya no hay?.
Entonces se levantaba de su cama en dirección al ventanal y abriendo sus puertas le decía: - ¡vete de aquí estúpido pájaro, ya está bien de molestarme cada mañana con tu canto! ¿Por qué vienes cada día a mi hogar siendo tú el único pájaro de la ciudad?-.
El individuo veía el hecho como un caso extraordinario, fuera de lo común, y además, como una tomadura de pelo. No era muy habitual que una pequeña y ridícula ave, tuviera como costumbre el posarse cada mañana en las mismas cuerdas. Ni siquiera ese hombre se tomaba la ligera molestia de ponerle unas simples migajas de pan en la repisa.
Entonces ¿por qué motivo ha tomado ese hábito el pajarillo?. La ciudad es triste, ruidosa, incluso no está en condiciones por su contaminación ambiental ni es recomendable para cualquier ave.
El pajarillo era atrevido. Incluso hubo un día que sin temor, entró en el comedor, como si fuera su propia casa, picoteando invisibles al ojo humano, mijitas de la cena anterior. Un osado e insignificante ser volador había incordiado la soledad y la paz del inquilino.
El hombre, ante esa escena de confianza, se quedó deslumbrado en espera de su siguiente reacción. Pero el pajaro volvió a sus cuerdas y levantó el vuelo hacia el horizonte. Seguramente hasta el día siguiente.
Así fue. Ahora el hombre abría al completo el ventanal y el pajarillo con más confianza, ya empezó a pasear curioseando su casa. Posteriormente, volvía a alzar el vuelo.
Con el transcurso de los días, el hombre gruñón fue cambiando de opinión sobre el ave. Había comprendido que estuvo dudando, que permaneció enojado ante lo diferente, lo ajeno y hermoso. Ahora sabía que era dichoso que el supuesto y único pájaro visitará cada mañana su hogar y le despertara con sus cantos. Dentro de esa bulliciosa ciudad, era de agradecer su visita con alegría. Algo diferente, bello, curioso y encantador, entraba en su casa. Desde entonces, nunca le faltó unas migajas de pan y restos de dulces. Era un afortunado porque aún existiendo un único pájaro, hay cientos de miles de lugares, pero la belleza prefirió su hogar
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