"Las grandes pasiones son pocos frecuentes, como en arte las obras maestras" (Balzac)
Ilustración de Moon collage |
*Existen amores que parecen no ser correspondidos o imposibles. La vida te da a veces, la oportunidad a conocerlo pero no el derecho de poseerlo. Y este fue aproximadamente el caso de un antiguo amigo llamado Manolo.
Manolo conoció a la chica más guapa que había visto sus ojos. Cada vez que la veía, su corazón se aceleraba y sus palabras se atragantaban. Le costó mucho tiempo y trabajo lograr enamorarla. Por suerte era un muchacho muy simpático que al fin, con algo de paciencia, logró una relación normal y seria.
Unos años después, buscaron un hogar y se casaron con la misma pretensión que todos tenemos de ser felices.
Ambos trabajaban. Ella como era muy bella, como modelo en una empresa de publicidad. Y Manolo era un especialista de mantenimiento en un sector de calefacción industrial.
Ahí fue donde muchos como yo, conocimos a Manolo, donde gracias a su simpatía, se fue haciendo muy popular. Los compañeros nos gustaba tenerlo muy próximo porque siempre conservaba un buen humor, y junto con las labores del trabajo, cantaba y comentaba chistes, consiguiendo que esos quehaceres fueran mas amenos.
Así fue durante un largo tiempo, hasta que poco a poco, el alegre carácter de Manolo, se fue apagando y entristeciendo.
Muchos de los compañeros, poco días después, nos dimos cuenta que alguna preocupación o malestar debía ocurrirle, pues se le veía muy angustiado, triste y no con su humor habitual.
A pesar de que los compañeros le preguntábamos si le ocurría algo, el no respondía y se alejaba de nuestra compañía.
Esa soledad y silencio, como es habitual en caracteres alegres, no suele contenerse mucho. Así que, contando con la confianza de algunos de nosotros, no tardó en confesarnos, a que venía ese malestar que le mantenía preocupado e insatisfecho.
Como se ha dicho, su mujer era como una obra de arte y de una belleza impresionante (yo fui un afortunado en conocerla por pura casualidad, y puedo confirmar esa afirmación), y cada día tenía que estar preparada para la sesión del día siguiente, sea la que fuera: unas fotos publicitarias que aparecían en revistas anunciadoras de cosméticos, de vestidos o perfumes, o bien, en spots televisivos, etc... Cada día era diverso, y cuando se levantaba por las mañanas no sabía dónde expondría su bello cuerpo. Los preparativos se le hacían muy pesados, delicados y muy prolongados: el maquillaje, la peluquería, los vestidos y zapatos; otros retoques y estilos en el cabello, aprenderse los diálogos, las posturas, etc... A ello se sumaba, los gritos del personal de producción, la exigencia del director, los excesivos focos de la iluminación que le dañaban la vista, etc... Cuando terminaba sus sesiones, llegaba a casa muy cansada, sintiéndose toqueteada y manipulada por todos esos excéntricos de esa profesión que existen pero que no figuran en esas publicidades. Su cuerpo era maleable como el de una muñeca. Siempre en condiciones estrictas: estar ágil e impecable y mantenerse en una delgadez. Su rostro no podía mostrar ninguna mueca de desagrado o de inconformismo. Su piel siempre tersa, suave y brillante. Las fotos y los anuncios de TV tenían que salir sin defectos y a la perfección. Había que evitar ciertas secuelas que el maquillaje no puede ocultar.
Pero Manolo necesitaba el cariño y el contacto de su mujer. Quería abrazarla y hacer el amor. Pero ella siempre evitaba cualquier roce de su marido poniendo las mil y una escusas, y otros inconvenientes como que no podía estropearse el peinado que tenía estirado para el día siguiente, u otras similares.
Manolo estaba desesperado. Se sentía un desafortunado, un envidioso, donde comprobaba que esos profesionales con todo el consentimiento, con todos esos diferentes estilos de moda, de peinados y el maquillaje, toquetean a su mujer, mientras él se sentía privado de lo que creía que era su derecho. Por un tiempo estuvo dudando si su mujer lo amaba, y haciéndose preguntas que no tenían respuesta. Cuando hablaba con su mujer del tema, ella le respondía que no hablara de idioteces.
Este era el motivo de tormento que no dejaba vivir en paz a Manolo. Muchas noches no podía dormir. Se levantaba de la cama y observaba en largos intervalos a su mujer mientras ella dormía.
Tenía a una bella mujer. Se había casado con ella y habitaban un hogar para la convivencia, pero no encontraba la manera de tener una relación normal ni su contacto físico. Puede ocurrir que la belleza está hecha para contemplarla pero no para poseerla.
Manolo aguantó como un valiente su crisis matrimonial, pero su carácter cambió poco a poco con el paso de los meses. Se hizo un silencioso solitario, agrio y con ganas de pocos amigos.
Suponiendo que fue una suerte para Manolo y para su convivencia, otra variedad de modelos más jóvenes aparecían en el escenario. Otras chicas pasarían a sufrir lo pasado con su mujer. El tiempo termina poniendo las cosas en su lugar: que las miradas no brillen y se apaguen; que la piel ya no sea tersa. Se pierde agilidad y el cuerpo no se deja moldear.
Manolo sin esperarlo mucho, recuperó poco a poco el cariño de su mujer. Ahora era ella la que buscaba el cariño y el contacto de su marido. El destino, lo mismo que te quita cualidades de la vida, te da la gratitud en otras formas, porque al cabo de algunos meses, un bebé interrumpió la tranquilidad de esa casa con unos sollozos.
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