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4 jun 2020

Manual de autosuficienca ética (Parte XVII)

"Dichosos
los que haciendo lo que quieren
sólo hacen lo que pueden"
(E.J. Malinowski-poeta)

Amin Maalouf (1949).- La paz de un paseo.
"...Jamás hombre alguno, por muy príncipe que sea, se atreve a atacar a uno de ellos pues sabe que tendría que vérselas con el conjunto del gremio. Su divisa es una sentencia del Profeta: -Ayuda a tu hermano, sea opresor u oprimido-; pero interpretan estas palabras como lo hizo el propio Mensajero cuando le dijeron: -Al oprimido lo ayudaremos, es natural. Pero ¿cómo habríamos de ayudar al opresor?-. Y él le contestó: -Lo ayudaréis pudiendo más que él impidiéndole hacer el mal-. Así, era raro que un mozo de cuerda provocara una riña en los zocos de Fez; siempre había entre sus hermanos uno prudente para hacerlo entrar en razón.
   Tales eran esos hombres, tan humildes y, sin embargo, tan orgullosos. Tan indefensos, y sin embargo, tan generosos. Tan alejados de los palacios y de las alcazabas y, sin embargo, tan hábiles para gobernarse a sí mismos. Sí, tal era la raza a la que pertenecía mi mejor amigo.
   Todos los días, con los primeros albores, Harún el Hurón pasaba a recogerme para recorrer a mi lado los pocos centenares de pasos que llevaban de casa de Jali a la escuela. A veces nos contábamos algunos chismes, a veces repetíamos los versículos estudiados en la víspera. Las más veces, no decíamos nada, éramos amigos en silencio.
   Una mañana, al abrir los ojos, lo vi en mi habitación, sentado a los pies de mi armario-cama, en lo alto del cual estaba yo acostado. Me sobresalté, temiendo haberme retrasado para la escuela y pensando ya en la caña del maestro, que iba a zumbar al azotarme las pantorrillas. Harún me tranquilizó con una sonrisa.
   -Estamos a viernes, no hay escuela pero sí hay calles y jardines. Coge un trozo de pan y un plátano y luego reúnete conmigo en la esquina de la avenida.
   Desde ese día, sólo Dios sabe el número de caminatas que dimos. Muchas veces empezábamos el paseo en la plaza de los prodigios. No sé si se llama así de verdad, pero así era como la llamaba Harún. Para nosotros no había  en ella nada que comprar, nada que coger, nada que comer. Sólo había cosas que mirar, que olfatear y que oír.
...Había en la plaza numerosos saltimbanquis que cantaban estúpidas romanzas y vendían a la gente crédula  papelitos que contenían, decían ellos, fórmulas mágicas para curar todo tipo de enfermedades. Había también curanderos ambulantes que ponderaban sus productos milagrosos y se guardaban muy mucho de pasar dos veces por la misma ciudad. Había igualmente exhibidores de jimios que se divertían asustando a las mujeres embarazadas, así como encantadores de serpientes que se enroscaban los animales alrededor del cuello. Harún no temía acercarse. Pero a mí me daban tanto miedo como asco.
   Los días de fiesta había narradores. Recuerdo sobre todo a un ciego cuyo bastón bailaba al ritmo de las aventuras de Helul, héroe de las guerras de Andalucía, o del célebre Antar Ibn Shadad, el árabe más valeroso. Una vez, mientras evocaba los amores de Antar el negro y la bella Abla, se interrumpió para preguntar si había entre el público niños o mujeres. Unos y otras se alejaron de mala gana, con la cabeza gacha. Yo esperé unos momentos, los suficientes par dejar a salvo mi amor propio. Cien miradas reprochadoras se habían vuelto hacia mí. Incapaz de sostenerlas, me disponía a marcharme pero, con un guiño, Harún me hizo comprender que no había ni que planteárselo. Me puso una mano en el hombro, se llevó la otra a la cadera y no se movió del sitio. El narrador prosiguió sus historia. La escuchamos hasta el último beso. Y sólo después de que la muchedumbre se hubo dispersado continuamos nuestra caminata...." (Amin Maalouf, estracto de su libro "León el africano" de 1986).

Nikos Kazantzakis (1883-1957).-  La bondad de San Francisco de Asis.            
"...Francisco se levantó y se dispuso a hablar. Miró lentamente a los hermanos, uno tras otro. Sus ojos estaban llenos de inquietud, de tristeza, porque sabía qué astuta es la Tentación, qué candoroso es el corazón humano, qué dulce y todopoderoso es la carne.
-Mis hermanos-dijo-, he recibido un mensaje de Dios y debo partir por algún tiempo. Nos hemos vuelto numerosos, formamos una verdadera ordén, debemos ahora establecer una regla de vida. Parto para alojarme a los pies de la sombra de Cristo sobre la tierra para pedirle su bendición. No os desoléis. No quedaréis solos. Noche y día estaré entre vosotros, invisible; ¡Cuidado! No os olvidéis lo que hemos aprendido en nuestras santas veladas: Obediencia, Castidad, Pobreza y, sobre todo, Amor. Y como último mandamiento, os digo esto, amigos: no mendiguéis, en adelante...Que cada uno de vosotros comience a trabajar. Serviréis en el hospital, cortaréis leña en el bosque, os haréis mozos de cordel, trenzaréis cestos de mimbre, fabricaréis sandalias, segaréis, vendimiaréis, según la voluntad de Dios. Pero no olvidéis que os habéis casado con la Pobreza: ¡que nadie le sea infiel!.
Gastad cada día todo el fruto de vuestro esfuerzo, no guardéis nada, pues toda propiedad es cosa del diablo. Obediencia, Pobreza, Castidad, Amor, hijos mios. Y quienes tengan el don de hablar a las gentes, hagan la señal de la cruz y pónganse en marcha. Id de dos en dos, el uno para consolar al otro. Deteneos allí donde encontréis hombres y proclamadles el Amor, el Amor perfecto, a los enemigos y a los amigos, a los ricos y a los pobres, a los malvados y a los buenos, porque todos son hijos de Dios, porque todos son nuestros hermanos. El padre Silvestre me reemplazará mientras yo esté ausente. Obedecedle. es sacerdote de Dios, celebra la misa ante el altar y transforma el vino y el pan en sangre y cuerpo de Cristo. De todos nosotros, es el que se acerca más cerca de dios. Padre Silvestre, te confío a los hermanos, velo por ellos. Si una oveja cae enferma, la culpa es en parte del pastor. ¡Cuidalas entoncés!
   Abrió los brazos y abrazó a los hermanos, uno por uno.
   -Hasta luego, mis hermanos. Me llevo al hermano León, esta otra oveja de Dios. Hay claro de luna esta noche, el camino que lleva a Roma está blanco de luz. Haz la señal de la cruz, hermano León, y partamos....
   El viaje duró muchos días y muchas noches. Si no hubiéramos cantado durante el camino, si no hubiéramos hablado de Dios, si no hubierámos sentido a Cristo que caminaba delante de nosotros, volviéndose de cuando en cuando para sonreírnos, creo que no habríamos podido soportar tanta fatiga, tanta hambre, tanto frío.
   Hambrientos, entrábamos en todas las aldeas y llamábamos a las puertas para pedir limosna. Algunos nos daban un bocado de pan. Otros nos ponían una piedra o una rata muerta en el hueco de la mano y reían. Y nosotros nos marchábamos, bendiciendo a quienes nos habían expulsado.
   Era la primavera. Los árboles empezaban a florecer, nacían las primeras uvas y las primeras hojas tiernas de las higueras se abrían.
   -Así será el juicio final- me dijo Francisco-. Los muertos saldrán a la luz como gérmenes......"
(Nikos Kazantzakis, extracto de su libro "El pobre de Asís", escrito en 1953)

Este es un pretencioso Manual de Autosuficiencia Ética, que está compuesto en diferentes partes, formado a base de fragmentos breves recogidos con la intención de fomentar su lectura, de facilitar el pensamiento y el desarrollo personal. Recordando, exponiendo y respetando, los interesantes ideales de diferentes personalidades de la historia, donde se abarcan conceptos diversos como los: sociales, filosóficos, políticos, literarios, artísticos, ficción y etc..., todavia muy válidos para la actualidad. 
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