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9 abr 2020

Una mañana diferente-(cuento narración)

"Andar por este mundo significa
ir dejando pedazos de uno mismo en el viaje"
(José Emilio Pacheco) 

"Aquella mañana poco podía imaginar que le iba a suceder algo que le rompería la monotonía de
contínuos años de trabajo. Como cada día rutinario, sonó el despertador muy temprano. Se levantó, se aseó y desayunó, preparándose como siempre su bocadillo para el almuerzo. Antes de marcharse, tenía por constumbre darle un beso a su mujer en la frente si fuera posible, mientras ella a esas horas todavía permanecía dormida. Como siempre apagó la luz de la cocina y salió de la puerta de su casa haciendo el mínimo ruido posible. No le gustaba molestar a nadie ni hacerse notar, y menos a esa hora tan tempranera. Salió del portal dirigiéndose a la parada del bus, donde enlazaría con otro transporte que le acercaría al polígono comercial del extrarádio donde trabajaba.
   Pero esa mañana es como si el mundo se hubiera vuelto loco para él, pues en la primera esquina, un indivíduo con apariencia de haber pasado una noche divertida, le increpó poniéndole un objeto puntiagudo en el cuello. Le pidió el dinero que llevaba en la cartera violentamente. Él no dudó ni unos segundos en introducir la mano derecha en el bolsillo interior de su chaqueta para sacar la cartera, y buscar el poco dinero que debía de tener. Pero el extraño sujeto no tuvo paciencia, y se la quitó de la mano bruscamente. Le dió un empujón que le dejó tirado en el suelo y se marchó ligero como si nada hubiera pasado mientras tarareaba una canción.
   Él, anonadado por la caída y por el golpe, se levantó como pudo mirando si había algún testigo de lo sucedido. Pero desgraciadamente no se veía a nadie por su alrededor. Se tomó unos minutos de desahogo y de esperanza, mientras pensaba lo rápido que había transcurrido el suceso, que si no hubiera sido por el dolor del golpe que sentía, creería pues, que había sido un mal sueño.
   Una vez que se encontró un poco recuperado de ese mal momento, pensó que sería mejor acercarse a la comisaría más próxima y denunciarlo. Cuando se dirigía a ello, en la siguiente esquina, otro individuo, esta vez más violento, le encajó una navaja en sus genitales presionando la cuchilla  hacia arriba, haciendo que su víctima casí se pusiera de puntillas.
   Tambien le pidió la cartera. El sujeto acercó su cara que casi su nariz tocaba la suya. Tenía uno de los ojos torcido como si saliera de órbita, y los dientes los tenía todos podridos, de manera que cuando hablaba, desprendía un fuerte y maloliente aliento. Nuestro amigo, ante esta segunda agresión, y con voz temblorosa, le enseñó los bolsillos tratándo de convencer al intruso de que no tenía cartera y que seguramente la habría perdido. Entonces el atracador para no irse de vacío, le quitó el celular y su reloj. Le pegó un puñetazo en el vientre, y se marchó insultándole y dejándole caer de rodillas en el suelo.
   Intentaba recuperarse de este segundo susto. Se levantó con mucha dificultad, recuperando el aliento y tocándose sus partes más débiles por si les había sucedido algo. De momento solo había sido esa presión afilada bajo su vientre, lo suficiente a pesar de todo para encontrarse mal.
   Entonces la decisión de recurrir a la policía fue más fuerte, y tomó un poco más de impulso para dirigirse hacía ella. No podía creerse lo que le sucedió esa mañana durante dos veces consecutivas. Nunca se había sentido tan frágil como en ese mismo momento. El susto y el miedo no se lo quitaba de su cabeza, y sus piernas le seguían temblando por el asombro de lo ocurrido.
   Cuando ya se acercaba a la comisaría, y como no hay dos sin tres, otro tercer indivíduo se le arrimó acercándole la bocacha de una pistola en su pecho. Entonces nuestro amigo intentaba de nuevo convencer mientras tartamudeaba de miedo; que no poseía ni cartera, ni celular, ni nada.
   No convenciendo al nuevo agresor, este impasible y con mirada fría, terminó disparándole un tiro acertando en su corazón. Cuando cayó al suelo, el violento le quitó el anillo, la medalla y sus zapatos, marchándose también maldeciéndolo.
   En el minuto antes de morir, los recuerdos de toda una vida le llegaban de golpe, uno tras otro.
Había pensado hasta ese último momento, que la vida y las personas eran maravillosas. Y que los acontecimientos más importantes que le habían sucedido en su vida era: el día de su casamiento y lo último que le acababa de acontecer; el tiro en el corazón. - Seguro que mi mujer tadavía sigue durmiendo-, pensó.
   Así terminaba sus pensamientos, cerrando los ojos y recordando cómo bailaba con ella abrazados  en una noche muy especial, mientras al fondo se escuchaba la canción de  - Noches de Blanco Satén -".

*(imagen:Kultur Tava)

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