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16 mar 2023

Bertrand Russell: El Comunismo y el Capitalismo

 "Pensar mal de los demás no es en sí mismo una buena razón para pensar bien de nosotros mismos" (B. Russell)


   Aunque haya transcurrido mucho tiempo, no deja de haber similitud en algunas situaciones y sucesos. El tiempo no ha logrado cambiar algunas diferencias importantes del mundo. La entrevista que a continuación se expone, fue realizada en 1962 a Bertrand Russell, y escrito en su libro - Speaks his mind-, editado por Arthur Barker Limited en Londres. Su comentario puede parecer en la actualidad algo ambiguo, como si ya fuera agua pasada. Simplemente son unas respuestas ante unas preguntas que diferenciaban en aquel momento, el comunismo y el capitalismo. Ahora ha pasado unos años y existe una gran diferencia, como la de que existen países que hacen dudar de su idealismo porque utilizan la doble moral, donde suelen socializar la pobreza y enriquecer al capital. En este mundo ya globalizado, sobre al respecto, no sé lo que diría el Sr. Russell en la actualidad, pero seguramente no se mostraría indiferente. El capitalismo en diversas maneras, ha sabido introducirse en las vértebras de todo tipo de Estados.

¿Cual es su opinión Sr. Russell, los rasgos comunes del comunismo y del capitalismo?

-Hay muchos en mi parecer, como resultado inevitable de la técnica moderna. Está técnica exige grandes organizaciones, centralizadas, y produce un determinado tipo de dirigente. Es lo que acontece tanto en los países comunistas como en los capitalistas, si cuentan con una industria desarrollada.

¿Considera usted que esas grandes organizaciones producen una actitud de espíritu idéntica en los Estados Unidos y en la Unión Soviética?

- Así lo creo, pero con algunas limitaciones. Quiero decir que existen diferencias de grado, aunque no de género... Es parecida su semejanza entre un responsable norteamericano poderoso y un administrador soviético. Tal vez el dirigente norteamericano tiene una acción más limitada; pero. O cabe duda que se trata de la misma especie de hombres.

¿Le parece que en estas condiciones los rusos y los norteamericanos, acaban por proponerse el idéntico ideal de vida con satisfacciones materiales, etc.?

- En gran parte, sí. Me parece que se han dicho no pocas bromas respecto al materialismo de los rusos. Después de todo, la mayor parte de la gente es materialista: las cosas que desean, son cosas que se pueden obtener con dinero. Resulta algo completamente normal, propio de la naturaleza humana. No advierto entre el Este y el Oeste esa gran diferencia que la propaganda nos quiere hacer ver. Se es materialista acá y allá.

Usted estuvo en Rusia después de la I Guerra Mundial. Entonces toda la izquierda expresaba su admiración por la URSS. En cambio la voz de usted resultó más bien discordante, por considerar lamentable lo que allí ocurría.

-Y continuó considerándolo. El régimen que surgió entonces no es nada deseable, puesto que no concede libertad alguna, no permite la libre discusión y pone trabas a la búsqueda de nuevos conocimientos. Por el contrario incita al dogmatismo, recomienda el empleo de la coacción para propagar una opinión determinada, y sus maneras de actuar resultan en las más de las ocasiones muy poco gratas a un viejo liberal como yo.

¿Usted considera que este régimen sigue comportándose de la misma manera?

- Así lo creo. La forma es un poquito menos virulenta que en tiempos de Stalin, pero esencialmente sigue siendo la misma.

Acaba de referirse usted a la libertad de pensamiento. Si el régimen comunista pone obstáculos al pensamiento, ¿cómo explicarse que los rusos hayan progresado tanto en las ciencias?

- Confieso mi sorpresa. Pero no debería sorprenderme. Ya hemos visto lo ocurrido en el Japón: cuando se occidentalizó, no occidentalizó su pensamiento, sino únicamente su técnica. Hasta su derrota en la II Guerra Mundial preservaba todas las antiguas creencias niponas, en medio de un equipo industrial completamente moderno. Los rusos, por su parte, no han preservado las creencias del pasado, más crearon todo un credo que hacen prevalecer sin inmiscuirlo para nada en el dominio técnico. Han descubierto la manera de ocupar a la gente con problemas técnicos, sin que tenga que preocuparse de otra cosa.

¿Cree usted que los comunistas han logrado mejorar la situación de los rusos?

-A decir verdad, lo ignoro. Es posible que los rusos sean hoy día más felices. Seguramente no lo fueron en tiempos de Stalin. Me inclino a creer que el ruso medio fue menos feliz durante el periodo stalinista que durante el zarismo. Quizás las cosas van mejor en la actualidad.

Usted conoció a Lenin. ¿Qué impresión le causó?

-Me decepcionó verdaderamente. Desde luego, yo reconocía que Lenin tenía algunas grandes cualidades: un increíble valor, una voluntad inflexible, mucha determinación... Y estaba allí para encarnar un credo y no para sí mismo. En modo alguno para sí mismo,  si bien hasta cierto punto él mismo era necesario personalmente a su propio credo. En este sentido Lenin fue un hombre honrado. Pero su credo me pareció harto estrecho. Vi en el un fanático, completamente incapaz de pensar fuera del marxismo.

¿Cruel?

- Pues bien, esa fue la impresión que me causó. No creo que haya sido tan cruel como Stalin, pero se me antoja que había en él ciertos aspectos de crueldad.

Del mundo libre. ¿Tiene defectos que le sorprendan a usted en su manera de presentarse y de conducirse? 

- Varios defectos. El más importante es que este mundo no es libre. No tiene derecho alguno al título de <un mundo libre>. En Inglaterra estuvimos perfectamente al corriente del terror que McCarthy hizo reinar en USA. Más apenas nos damos cuenta de los mismos fenómenos cuando suceden en nuestro país. Si usted quiere ser funcionario, le espían. No se limitan a hacerle preguntas directas sobre sus opiniones. Sus profesores universitarios y otros más se ven obligados a conducirse como si fuesen espías del gobierno......

¿Es que un gobierno sensato no debe tomar precauciones para evitar la presencia en su administración de individuos que pudieran comunicar secretos de Estado a potenciales extranjeros?

-No lo creo. Se exagera mucho sobre los espías, los secretos y todo lo demás. En realidad los rusos son capaces de descubrir todo por sí mismos y no considero que los espías y traidores nos hayan causado mucho mal o les haya hecho mucho bien. Todo esto es puro melodrama y esta clase de historias sólo sirve para evitar la imaginación de la gente.

¿Hay aún alguna cosa más que pueda reprochar al mundo libre, tal como es en la actualidad?

-Tomemos otro ejemplo del poco caso que ese mundo hace de la libertad: su disposición a aliarse con el fascismo de España. Ahora bien, para mí el régimen franquista presenta las mismas taras que los regímenes comunistas. Cualquiera que sea su posición ideológica, usted no tiene por qué aliarse con gente cuya conducta es exactamente la misma que denuncia.

¿Si no lo llama mundo libre, que denominación le daría?

- Mundo capitalista.

Sin embargo, forman parte de él países como: Suecia, Noruega y Dinamarca que no son verdaderamente capitalistas.

-Tal vez no sea justo darle ese nombre. De hecho, el Occidente se distingue por su fe en el régimen parlamentario..... En líneas generales el mundo Occidental cree en ese régimen para sí mismo, pero no el mundo comunista. Esta es sin duda la diferencia más importante.

Usted ha reprochado no pocas cosas al comunismo. ¿Existe algo más en esta doctrina que consideré nefasto?

-Mi principal reproche se dirige a la creencia en el despotismo benévolo. Es una antigua creencia, dicho sea de paso, que existió en otras comunidades, pero que siempre se evidenció falsa: si un hombre rebosante de buena voluntad se convierte en déspota, su despotismo sobrevivirá mientras que su buena voluntad tenderá a esfumarse. La teoría comunista consiste en esto: otorga un poder inmenso a la gente que se adhiere a un determinado credo, con la esperanza de que hará un empleo beneficioso de ese inmenso poder.  Por lo que a mí respecta, me parece que salvo raras excepciones todo el mundo abusa del poder. Interesa, pues, repartirlo, allanarlo lo más posible y no dejarlo en manos de una pandilla.

¿Quiere usted decir que los comunistas rusos, que un día lograron apoderarse del aparato gubernamental, ya han dejado de creer en la dictadura del proletariado?

-En efecto, así es. La palabra proletariado, tal como se emplea en la URSS, resulta una expresión pickwickiana. Allí pude comprobar que Lenin era considerado como un proletario mientras que los mendigos de la calle, los pobres diablos que no tenían nada que comer eran calificados de lacayos de la burguesía.

Se comprende lo que Uds quiere decir. Ahora pasemos a otra zona en la que el comunismo ha sido puestoen práctica en gran escala: la China ¿Es que está amenazada con la misma intensidad que Rusia a nuestro mundo, no ya libre, sino parlamentario?

- A largo plazo creo que la amenaza china puede llegar a ser aún más grave. Los chinos son la gente nueva del comunismo que los rusos han superado. La población china es también mucho más numerosa y continúa mostrando la laboriosidad de siempre. China es capaz de convertirse en un Estado más potente que Rusia. Y cuenta con hombres capaces que soportan la comparación con los rusos.

¿Es ese el parecer de los rusos?

-Desde luego, nada puede afirmarse. Y los rusos se guardan de decir algo a este respecto. Si se les interroga aunque sea con palabras encubiertas, sus respuestas son extremadamente evasivas. Pero todo hace creer que se dan perfectamente cuenta del progreso de los chinos... Por ejemplo es muy importante que los rusos no hayan dado a conocer a China los secretos de la bomba atómica y de la bomba H.

¿Considera que la tensión existente entre el mundo comunista y el no comunista produce un gran daño a la libertad en general?

-Sí, un daño inmenso. Una tensión de esta naturaleza no puede dejar de producir efectos nefastos: hace que la gente sea incapaz de pensar con claridad. Por ejemplo, si usted estudia el sistema de los otros, la policía -tanto la del Este como la del Oeste- supone y teme que ineluctable mente usted se adherirá a ese otro sistema; por lo tanto, concluyen que no debe permitirse que se sepa lo más mínimo de lo que ocurre enfrente. Y esto es absurdo. Otra cosa: en todas partes reina una atmósfera de recelo; se ve a bastante gente de la que injustamente se sospecha, deslizarse hacia la ruina completa. Está tensión produce un mal incalculable...

   En Inglaterra hay mucha gente que se interesa por el comunismo. No obstante se les permite profesar en las universidades, lo cual sería inaudito en los Estados Unidos.

¿Cree que es posible que el comunismo y el capitalismo aprendan a vivir en buena vecindad?

-¡Claro que es posible! Pura y simplemente es necesario que uno y otro se acostumbren. Vean por ejemplo, a los cristianos y musulmanes. Después de seis siglos de lucha, durante los cuales ningún bando obtuvo la victoria, apareció un gran hombre que exclamó <¡Basta de luchas! ¿Por qué no nos hacemos amigos?> Y se hicieron amigos, por fortuna. Lo mismo puede suceder con ambas ideologías, si se esfuerzan en comprender que ninguno de ellos conquistará el mundo.

¿Que deben hacer para comprenderlo?

-Gracias a la experiencia. Desde luego, no es el caso de aguardar aún seis siglos, puesto que si tuviéramos que combatirnos durante ese tiempo, como lo hicieron cristianos y musulmanes, no quedaría nadie sobre la Tierra. Pero es posible obligar a los gobiernos de una y de otra parte a comprender la necesidad de llegar a un acuerdo.

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B. Russell 

Bertrand Russell (1872-1970). Pertenecía a una familia inglesa muy influyente. Fue un pacifista que procedía del campo de las matemáticas y un especialista en lógica. Sus obras tejían un espíritu individualista que a veces emprendían un tono anarquista. Le gustaba hablar de temas filosóficos y políticos. Escribió diferentes ensayos combatiendo el auge de los dogmas fuera cual fuera su ideología. Preocupado por una guerra nuclear como lo dice en uno de sus ensayos escrito en 1950 y titulado - El Futuro de la Humanidad-. Presagiando para el final del siglo: con el fin de la vida humana por una catástrofe, y el temor por una barbarie después de esa hecatombe; o la de la unificación del mundo bajo un gobierno único, que poseería el monopolio de todas las armas. Aunque está última para él, sería una teórica solución para acabar con el belicismo.

    Por entonces afirmaba sin vacilación, que los sistemas a los que estamos acostumbrados no podían continuar. Antes de considerarlo un fatalista, fue un personaje muy analítico de la realidad del momento. Preocupado por la situación geo política y social como la que estamos viviendo en la actualidad.

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