Ilustración de Paul Neberra |
"Esta comprobado que la gente tiene una necesidad enorme de ser escuchada. Y obviamente cuando se habla, se quiere ser escuchado. Y se suele hablar: del trabajo, de la soledad, de los sueños, de los dolores que padecemos, de nuestras relaciones, de la carestía de la vida y de otras causas sociales, etc... Escuchar es un acto tan simple, que solo se requiere un poco de paciencia. Cuando somos oyentes nos damos cuenta de que muchos estamos compartiendo los mismos problemas. Aunque algunas veces oímos comentarios muy simples y vulgares, insistiendo en las mismas cosas que causa el cansancio. Otras veces, es necesario mantener un cierto silencio como reposo a la conversación. Además existe tanta palabrería en la actualidad en los medios de comunicación, que parece que sufrimos una especie de saturación o agotamiento que causa la falta de interés. Hay una acumulación de información y datos, que se convierte en imposible poner la suficiente atención a nuestros semejantes. Parece que es muy difícil si no se hace necesario, o por interés, mantener una conversación; pero sobre todo, la de saber escuchar. Se tiene la necesidad de que alguien realmente nos escuche, porque ese acto da cuerpo a la existencia del orador. Da importancia a nuestros actos y a una consideración de nuestros pensamientos. Nos nos damos cuenta, pero a veces funcionamos como unos psicólogos a través de nuestras conversaciones. En otras, somos unos verdaderos analistas de la sociedad. Un acostumbrado oyente; aquel que escucha con paciencia e interés, descubre muchas cosas del interlocutor. A veces se cuentan sucesos que a todos nos ocurren, pero experimentados y comentados por la otra persona, se convierten en hechos únicos.
Hay que intentar además, de ir más allá de las palabrerias, restarle importancia a la chafarderia, de demostrar una conversación que aunque sea superflua, convertirla en atractiva y que sea interesante. Si nos fijamos, tener un pequeño conocimiento de lo que se habla y de lo que se escucha, es una virtud. Esta bien dar nuestra opinión, pero es bueno volver a señalar, que escuchar es un arte. También ha de existir la reciprocidad, porque en la actualidad, nos vamos interrumpiendo y quitándonos la palabra de la boca sin dejar de terminar de expresarse. Y de esto último, no dan ejemplo los tertulianos televisivos, donde es una muestra de falta de educación y respeto. Si ponemos atención al escuchar, comprobamos que en el entorno de nuestro hábitat hay otros sonidos que han pasado desapercibidos de nuestra atención y de nuestro oído, como puede ser las olas del mar, o el canto de unos pájaros. También es una manera saludable, una especie de ejercicio terapéutico, para desacelerar los pensamientos de la mente y medir mejor las palabras que vamos a decir."
*****
"Bajo un calor abrasador, y sobretodo al empezar la tarde, las personas mayores sacan sus asientos plegables, y salen al portal de su casa al encuentro de un poco de aire fresco. Todavía viven en unas casas de planta baja, de pocos metros cuadrados y con un espacio al fondo, que los muy apañados pueden utilizar para hacerse un pequeño huerto. La mayoría de ellos y por su edad, ya dejaron de practicar esa aventura, porque sus espaldas ya no responden a ese esfuerzo de agacharse. Pero ahora sus hijos les habían dejado la labor de estar al cuidado de sus nietos, sobretodo los fines de semana. Los niños inquietos, ante esa calma contemplativa desde una silla, les aburre. El tiempo para los más pequeños se eterniza, y ya no se sabe cómo distraerlos. Se hace muy difícil contentarlos. Alguno que otro es atrevido y saca un balón, a la primera distracción del abuelo, con lo que crispa al anciano por el cuidado que se debe de tener, porque los vehículos pasan muy próximos y acelerados. La pelota entonces es requisada por mejor seguridad, y el niño patalea y grita llorando sin entender nada. El mundo para un ser pequeño se contempla de otra manera, y los mayores para ellos, carecemos de entendimiento."
*****