"Hay algunos recuerdos que siempre permanecen en la memoria y en el corazón. Unos más nostálgicos que otros, aunque estos no sean muy importantes, pero significantes porque nos retorna a nuestra infancia.
Esos recuerdos quedan gravados en lo más profundo de la mente y están presentes como si fuera ayer mismo. Memorias que me delatan que ya me voy haciendo, lo que se dice, mayor. Y son memorias que traen añoranza de aquel niño que fui. Y que uno quisiera recuperar aunque fuera la de unos instantes; como la de aquella época de verano, en el pueblo de mis abuelos maternos; cuando bebía esa agua limpia del río sin peligro de ponerme enfermo. También la de aquella olor tan particular y húmeda de esos estanques junto a los juncos y las ranas; y la de la tierra mojada después de una tormenta. Una sensación que todavía permanece en mi olfato. Subirme a los algarroferos y comerme algunas algarrobas. Contemplar el zig zag de esas culebras a las que tanto temía. Y me acuerdo de esas mujeres valientes, -que con pocas viandas hacían un buen cocido-; que lavaban la ropa con el jabón casero en el lavadero público, y que tendían a secar sobre altas hierbas y matojos, mientras cantaban o cuchicheabans sus cosas. También era muy habitual, que en cada casa tuviera un viejo corral, -donde especialmente recuerdo con simpatía, a un noble y pequeño asno que reposaba tranquilamente-. Además de: gallos y gallinas, conejos y conejos de indias, perdices, y alguno que otro animal doméstico; y la de - hablar con un pequeño gato negro que nunca parecía crecer-. También recuerdo que libremente andaban a paso lento, diversas especies de tortugas que se acercaban hacía el riachuelo donde, -una de ellas, quise adoptarla llevandómela a casa, pero que al día siguiente, desapareció tomando su rumbo-. Patos y pollitos que andaban libres por pequeños descampados. Cabras y ovejas pastando por el lugar, y otro tipo de cabras montesas que saltaban libremente por peñascos y desfiladeros. Mariposas de colores y langostas, cuervos, liebres, golondrinas, águilas, jabalíes y lagartos verdes. Hombres con su arado; mujeres cosechando. El atardecer y sus calles con las abuelas hilando costuras y ganchillos. Caminos acompañado con el susurro de los álamos y cipreses que conducían al cementerio. También los había de otros árboles frutales como las higueras; álamos y la música de las chicharras invisibles camufladas en los pinos. Girasoles como pequeños soles. Dormir en un colchón de plumas en una vieja cama que pasaba de una generación a otra. Abrir la pequeña ventana al levantarme con el primer canto del gallo, y contemplar el trigo verde danzando con la brisa de la mañana. Las arrugas de la cara y de las manos de los ancianos, que alcanzaban la vejez con sesenta años. El principio del Parkinson de mi abuelo, y la seriedad de mi abuela. El agua fresca que mantenían cántaros y botijos de arcilla. El inmenso silencio que a veces se rompía por el replicar de la campana de la iglesia dando puntualmente sus horas. Balsas, fuentes y abrevaderos para sus viejas mulas con alforjas de esparto y mimbre. Campos de cereales, alfalfa y de amapolas. Pueblos sin carreteras y carreteras sin pueblos, que contenía a una población bautizada con nombres del día que marcaba el calendario. Personas que se iban a sus labores del campo dejando sus casas abiertas. Gentes que no poseían dinero, pero si algunas dificultades como la de apenas; saber leer y escribir pero que escuchaban ese noticiario de un régimen que emitía la emisora de -RNE-, con sus dramáticas radionovelas, de amores frustrados, y las recomendaciones sentimentales de Corín Tellado. Noches estrelladas y calurosas de verano con el cine cómico de Chaplin mientras yo saboreaba un helado. En todo ese lugar, se respiraba en su aire y ambiente un respeto, existiendo un cuidado por ese mundo rural y un interés por sus vecinos. Antaño así eran su gente: pobre y muy sencilla.
Y así era la naturaleza de esos nobles y pequeños pueblos olvidados; que aún teniendo nombre, no salían reflejados en los mapas de entonces."
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