"También mueren los lugares donde fuimos felices" (J. Ramón Ribeyro)
"Bernat era uno de esos típicos amigos que lo son por una temporada de tiempo, porque no tardan en desaparecer como si se los hubiera llevado el viento. Después nunca más se saben de ellos. Conocí a Bernat en una de esas reuniones que hacíamos en el barrio, sobretodo los sábados por la tarde, en una iglesia donde por entonces, el párroco permitía hacer encuentros clandestinos, y comprendiéndonos perfectamente, se sinceró con nosotros. Consistía en el intento de formar una agrupación de un movimiento de jóvenes que intentábamos animar y construir en el barrio, un ambiente libre, cultural y obrero, además de fomentar unas reivindicaciones por entonces necesarias. Era el comienzo de la democracia española. Éramos unos jóvenes muy utópicos, y sólo conocíamos el - concepto democrático - muy superficialmente, por lo que habíamos leído, o de las noticias que nos llegaban de esos países que para nosotros eran socialmente muy avanzados.
De todos los componentes del grupo, con el que mantuve más sinceridad, fue con Bernat, que trabajaba en un organismo oficial del Estado, y su horario, a envidia del resto del grupo, le permitía tener unas horas libres de más, con lo cual, podía dedicarse con suficiencia a sus aficiones.
Entre algunas de ellas, había el ciclismo. Tomaba la bicicleta y trataba de recorrer kilómetros sin ponerse meta ninguna. Cuando no, hacia largas caminatas. La mayoría de las veces esos ejercicios eran nocturnos porque decía que andaba a sus anchas, sin tráfico y sin que nadie le molestase. Y porque la capital de noche, tenía otro color y parecía ser otra ciudad. Era un tipo muy peculiar. A veces, de esas incursiones nocturnas, regresaba a su casa con algún objeto decorativo hallado y abandonado al lado de las basuras. La mayoría de esos objetos eran de cerámica.
Una vez tuve la oportunidad de visitar su casa. Vivía en un cuarto piso sin ascensor, en un edificio centenario con escaleras estrechas y oscuras. Me pregunté, cómo diablos podía subir y bajar su enorme bicicleta con el escaso espacio que contenía su vieja escalera. Su vivienda tenía todavía aquel ambiente antiguo de su habitante anterior, como si en ese habitáculo no hubieran transcurrido el paso de esos años. En un rincón se mantenía perfectamente erguida, una vieja estantería carcomida en la que exibia sus trofeos de cerámica encontrados. Era casi el único rincón de la casa en la que parecía que te situaba en un auténtico museo. Allí se reunían retales de platos, vasijas, botijos, o figurillas diversas, incluso orinales y otros recipientes. Todo muy decorativo con sus dibujos, grabados y colores, donde algunos de ellos se mantenían colgados en la pared sujetos con clavos oxidados. Su colección era admirable y una obra de arte.
Esto es lo que he estado recogiendo en estos años - me dijo orgulloso y a la vez con un tono agotado, muy habitual en él -. La gente no sabe lo que tira, se cansa de su objeto o la hereda de algún familiar sin darle ningún valor. He podido comprobar que algunas de estas piezas tienen un valor, porque algunas incluso, son de principio de siglo - continuó diciendo-.
Posteriormente, la segunda vez que visité su casa, fui invitado porque quería enseñarme un piano de cola que había adquirido por buen precio en una oferta de segunda mano. Una oportunidad que no podía perder. Tocar el piano era otra de sus grandes aficiones que mantenía oculto. Se gastó sus pocos ahorros en conseguirlo. Se sentó delante del piano con un abrigo largo que le cubría sus rodillas y una enorme bufanda que le daba dos vueltas alrededor del cuello. Era pleno invierno y hacía mucho frío. Se sopló los dedos de sus delicadas manos calentándolos con su aliento y empezó a tocar lo que parecía una sonata de Chopin. Su ventana estaba rota y sin cristales, y le faltaba un trozo de pared. Por ese agujero pasaba un tremendo aire húmedo en aquella tarde del sábado. No nos dimos cuenta que esa habitación donde solamente figuraba ese enorme piano, se estaba cubriendo de la neblina de la ciudad. Se hacía insostenible permanecer mucho tiempo más viéndole tocar orgullosamente su piano. Nos salía el vaho de la boca cuando hablábamos y de la nariz cuando respirábamos. Llegó un momento que Bernat parecía un ser fantasmal, como si fuera el verdadero fantasma de la ópera. La humedad de la tarde y la escasa iluminación de una bombilla, le daba ese ambiente misterioso mientras se escuchaba aquellas monótonas notas musicales por toda ese edificio. Era una habitación pequeña, sólo con esa pobre luz y el piano de cola, que también tenía en sus patas, marcas de golpes y agujeros de carcomas. Sin embargo, parecía que se estuviese en un pequeño anfiteatro.
Como si me leyera el pensamiento, y mientras yo me preguntaba en silencio de algunas cosas, me confesó, que no se había gastado su dinero sólo en el piano, sino también en su transporte especial, sus permisos del ayuntamiento para cerrar el tráfico de su calle y una grúa para izar el instrumento al cuarto piso, y las obras de hacer el agujero para introducirlo en la habitación. Todo esto, a unas horas de la mañana para interrumpir lo menos posible el tránsito ciudadano. -Fue como una aventura - me dijo .
A pequeños momentos, paraba de darle alguna tecla para hacer algún comentario breve. -Confieso que a veces necesito el toque de unas breves notas y contrastarlas con el silencio del lugar - me comentó.
Después de un largo tiempo, me lo encontré de nuevo en un paseo cerca del mar. Me dijo que había metido en su hogar, a un mendigo argentino que fue conociendo en sus travesías nocturnas. Le dio cobijo y poco a poco, con discursiones y violencia, se fue apoderando de su vivienda y del piano. La cuestión que no me terminó de explicar, fue de un complicado papeleo y una justicia lenta, que Bernat por temor, se vio forzado a dejar y tuvo que cambiarse de hogar y abandonar sus bienes, inclusive el piano.
Años después, creo que la suerte le acompañó. Le volví a ver a lo lejos en el mismo paseo de la última vez. Esta vez, lo vi acompañado de una bella chica con un niño en sus brazos. Desde entonces, han pasado muchos años. Mantengo todavía en el recuerdo su persona y su aventura musical, y continuo hasta ahora, sin saber nada más de él ".
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