se convierte en monstruo"

Pasaron unos días sin éxito. Aún así para algunos, sus animales aparecieron muertos. El pastor se encontró unas ovejas muertas. Lo mismo le ocurrió al ganadero. Todo resultaba muy sospechoso. Los hombres intensificarón sus batidas. Y por donde pasaban lo devastaban todo por su desesperación. Arrasaban los campos incluso con pequeños incendios. Allí donde había un recodo sospechoso de maleza lo destruían. Los incendios ocultaron algunos caminos forestales y exterminaron a otras especies autóctonas de árboles y animales. Destruyó rincones hermosos de la naturaleza dejándolo tan estéril como un paisaje lunar.
El hombre se había vuelto más salvaje que los lobos. Cuando terminaron de peinar la región sin localizar a los carnívoros, los afectados por la muerte de sus animales empezaron a reclamar su recompensa con algún tipo de ayuda o de subvención de su ayuntamiento. Estaban sedientos de venganza y proclamaban justicia y protección de esos animales salvajes.
El alcalde que parecía el más cuerdo en aquellos momentos, salió a la calle con una antigua escopeta y disparó algunos tiros al aire calmando al personal.
Al día siguiente decretó en voz alta una ley local que decía:
"Queda totalmente prohibido, con pena de condena; a toda aquella persona que: maltrate, capture, o de muerte, a cualquier tipo de árbol, animal o flora silvestre".
"Que Dios cuide a estos seres de la naturaleza y que la proteja de la presencia del hombre".
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