"El miedo no evita la muerte, el miedo evita la vida"(Naguib Mahfuz)
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Imagen by: Surreallistly |
Una persona acababa de fallecer. Al momento, su espíritu abandonó el cuerpo elevándose hacia el aire. Tras un breve recorrido por un sin fin y oscuro espacio, el alma desorientada, viajaba a una rápida velocidad hacia algún lugar desconocido. Toda esa novedad le tenía atrapado a nuestro personaje donde le invadía una curiosa paz que le atemorizaba. Su sensación era como si fuera un astronauta que desde su ventanilla de la nave contemplara el espacio exterior.
Al final del recorrido de repente se encontró en una extensa habitación muy iluminada. Tan iluminada que sus ojos tardaron en adaptarse a ese esplendor. La iluminación y el silencio era lo reinante de ese lugar. El personaje no sabía que hacer en esa absoluta soledad silenciosa. En su mente le invadía una sensación intrigante, pues a pesar de abandonar su cuerpo, los pensamientos continuaban existiendo. En esos momentos, era como si estuviera viviendo un sueño, pues era inconsciente de su abandono terrestre.
De repente, un ser traslúcido que parecía un personaje Divino, interrumpió el silencio asustando al nuevo visitante. Las primeras palabras del Divino fueron la de poner en conciencia la nueva situación en que se encontraba, pues los nuevos visitantes solían entrar en un shock.
La persona celestial, evidentemente, sabía muchas cosas del nuevo inquilino, pero también tenía que hacerle un formulario de preguntas, pues era una especie de protocolo que servía además para que los recién llegados tomasen conciencia de su nueva situación. Las preguntas eran muy normales pero que cuestionaban la existencia en la vida terrenal.
El ser traslúcido le dijo que era necesario responder sinceramente a ese cuestionario, pues era ya muy inútil engañarse. La valoración de su experiencia vivida como ser humano era muy importante, ya que ello determinaría el siguiente paso de la evolución de su espíritu. El nivel era muy importante como para no cometer un error.
Evidentemente, el nuevo visitante no entendía nada y su asombro era total.
Las preguntas no eran complicadas. Eran más bien preguntas existencialistas, pero según las conclusiones de su experiencia, daban el grado de conciencia adquirida que decidía su próximo nivel.
El cuestionario era tan sencillo y elemental, que el inquilino sintió algo de vergüenza al no habérselas planteado en vida: ¿Correspondía a los amores recibidos? ¿Que sentía cuando oía el rumor de las hojas de los árboles al ser mecidos por el viento? ¿Que aprendió cuando estaba en silencio? ¿Que era lo más apreciado que había hecho en su vida?...
Todas eran preguntas muy similares donde se tenía en cuenta los valores adquiridos. No tenía importancia las riquezas obtenidas, ni las ideologías políticas ni religión alguna. Absolutamente todo eso no contaba para nada. Sólo lo fundamental y lo que era necesario y básico que a veces se tienen apartadas en la existencia como si no tuvieran gran valor, pues en la evolución del ser humano, se comete la imprudencia de abandonar ciertos valores que alimentan el espíritu, la esencia y la razón del Ser.
La falta de bondad, el miedo y las contradicciones mundanas, entre otros conceptos similares, son grandes obstáculos que hay que superar en la trayectoria de la existencia.
No importaba lo que tardará el inquilino en responder, pues el tiempo no existía en ese lugar, porque el pasado, presente y futuro transcurría en el mismo instante.
La oportunidad de la vida ya le había caducado y no existe el efecto retroactivo. Se acurrucó entre sus rodillas y se lamentó lo que muchas veces pensó; que no tenía mucho sentido obtener un cúmulo de conocimientos y de sabiduría si al final de la existencia todo ello no trasciende más que a la muerte.
El cuestionario se completó, y esa declaración personal nadie las examinó. Simplemente fue como un examen de conciencia. Su espíritu volvió rápidamente a sentirse como ese astronauta que observa desde una ventanilla el rápido viaje a una oscuridad. A un extenso vacío que parecía no tener fin y que debía de conducir a algún lugar.
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