"No existe una bandera lo suficientemente grande para cubrir la vergüenza de matar a gente inocente"(Howard Zinn)
Todas las guerras pasadas hasta el presente, se sostienen con el mismo organigrama. Pueden cambiar sus estrategias de combate, aunque en los últimos conflictos se mantiene en los mismos métodos: mísiles aéreos de larga distancia o bien con drones teledirigidos, o con bombardeos de la aviación y posteriormente, con el avance terrestre apoyado por carros de combate arruinando ciudades y matando a inocentes civiles. El Estado correspondiente - tanto el oprimido como el opresor-, será el encargado de que su población se implique y participe en una logística colaborando en el negocio de la guerra con la consecuencias de la muerte y destrucción. En este aspecto, la política de nuestro siglo XXI no promete un avance en propuestas de Paz mundial porque aparecen conflictos cada vez mayores. Para que -los pacifistas- entendamos (y a la vez, desarmemos) la estrategia militar: su funcionamiento y consecuencias; nada más claro, que exponer unas palabras de un luchador por la causa de la clase obrera de todo el mundo, y sobretodo de un antimilitarista para muchos desconocido.
Carlos Liebknecht nació en 1871 en Leipzig (por entonces, Imperio Alemán) y fallecido en 1919 (por entonces, la Republica de Weimar), de origen judío, fue político, editor, revolucionario socialista internacionalista y antimilitarista, cofundador junto con Rosa de Luxemburgo de la Liga Espartaguista (que se oponía a la política bélica alemana) y del partido comunista de Alemania. Su oposición al Reichstag a la I Guerra Mundial y por el levantamiento político Espartaguista en 1919, fue derrumbado por un gobierno socialdemócrata que estaba compuesto por milicianos privados y veteranos de la I G.M. En ese mismo alzamiento fueron detenidos y asesinados Liebknecht y R. Luxemburgo. Ambos se convirtieron en la posteridad en unos mártires del proletariado.
Antes de la muerte de Liebknecht concretamente en 1907, funda en Stuttgart la -Unión Internacional de Organizaciónes Socialistas Juveniles-. Ese mismo año pública "Militarismo y antimilitarismo" contra el militarismo alemán, motivo por ello que le lleva a ser encarcelado.
En esas reseñas Liebknecht hace un magnífico estudio en contra de la violencia belica, también de la guerra y revolución. Detallando con perfección en sus diferentes apartados, la historia y política del militarismo. En ella se diseca el cuerpo que compone el belicismo siendo la causa que descompone al individuo. El siguiente párrafo forma parte de algunas de sus paginas que contemplan su pensamiento y del ideal antimilitarista, una causa en la que siempre luchó hasta el último momento de su muerte. A pesar de la antigüedad de su escrito, la organización y la logística bélica sigue siendo un estamento y procedimiento de actualidad en los grandes conflictos de guerra, eso sí, con armamento más moderno y mortífero.
"... La guerra actual -es decir, la guerra impuesta por el imperialismo plenamente desarrollado - muestra más que cualquiera otra guerra que la estrategia militar es un asunto que concierne no solamente al ejército, sino todo el Estado, a toda la vida económica y a toda la población, cuyo carácter y capacidad de acción influencian hasta el más alto grado, incluso en tiempos de paz y con toda evidencia a la organización del ejército. Lo mismo que toda la vida económica se transforma en función del militarismo, el Estado se ha convertido en una máquina perfeccionada hasta en los menores detalles, mucho más <completa>, potente y compleja que la máquina espartana, tan admirada, que al lado de aquélla, produce el efecto de una jabalina griega comparada a un obús del 42 de las fábricas Skoda. La burocracia se ha elevado al nivel de una <cañonocracia>. Desde la dirección técnica oficial, semioficial y privada destinada a enardecer la opinión pública en favor de la guerra: desde la movilización del ejército, de los transportes y del servicio de información; desde la movilización financiera y la regulación de la producción para satisfacer las necesidades del ejército (armas y municiones, equipo y vestuario, material sanitario, etc...) hasta el condicionamiento continuo de la población civil (monopolización de todos los instrumentos con los que se forma la <opinión>, la declaración del estado de sitio, la utilización más o menos hábil de aquellos instrumentos para ponerse a la aparición de corrientes hostiles; aprovisionamiento material de la población civil, comprendidas las familias de soldados para prevenir o impedir movimientos de oposición), la administración del Estado bajo protección de la dictadura militar es un campo de actividad extraordinario. Si los parlamentos ayudan a la administración del Estado en esta acción, no solamente colaborando con ella como exige la Constitución - está colaboración se convierte bajo el régimen de la dictadura militar en pura farsa-, sino también como ornamento complaciente y demagógico, esto significa que los parlamentarios de las clases dirigentes dan al Estado un apoyo importante en su propio interés.
La vida económica asegura las necesidades del ejército. Tanto como el material humano, el material económico necesario para la prosecución de la guerra no es hoy, contrariamente a tiempos pasados, una magnitud fijada dada de una vez por todas, sino un producto social que se renueva sin cesar y a la vez cambiante, tanto en lo que se refiere a la cantidad como al género, según las necesidades del momento. Dadas la diversidad y la inmensidad de las necesidades corrientes del ejército, la parte de la vida económica consagrada a satisfacerlas es absolutamente imposible de evaluar. La noción -industria del armamento - e incluso -industria de guerra -, así como la de -órganos de distribución - puestos a su servicio son extraordinariamente amplias. Del mismo modo, la fabricación y distribución de los productos destinados a la población civil, comprendidos los que sirven para satisfacer las necesidades intelectuales forman parte de las necesidades de la guerra moderna. Se hace necesario sostener la moral de la población civil en tanto que reserva del ejército, como objeto de explotación capitalista y, ante todo, para el ejército mismo en su avituallamiento y para mantener su capacidad de combate.
La población civil no solamente asegura el aprovisionamiento personal y material del ejército, sino que en tanto que objeto del mayor interés por las relaciones íntimas tanto morales como materiales que mantiene en aquellos de sus miembros que forman parte de las fuerzas armadas constituye un factor de influencia elemental dobre -la moral y sobre el espíritu - del ejército. El sostén de esta moral forma parte de las necesidades absolutas de la guerra moderna. Así, situada fuera del ejército y encargada de aprovisionarlo, una gran parte de la población forma parte de los instrumentos humanos del militarismo imperialista, a la que se intenta, por lo menos en las ramificaciones principales, someterla a la disciplina militar; finalmente, el resto de la población civil sirve de medio de influencia sobre la moral del ejército y del material humano de la sociedad capitalista en general.
Entre los materiales, es necesario mencionar en primer lugar las armas, las municiones, el equipo, y todo cuanto sirve a las necesidades tanto del ejército como de la población civil....
Tanto el militarismo, tanto en tiempos de paz como de guerra, sirve igualmente para combatir al -enemigo interior-, lo prueba elocuentemente las experiencias más recientes. En todo caso, es particularmente claro en tiempos de guerra. Si el - enemigo interior - en la población civil o incluso en el ejercito es suficientemente fuerte, esto significa con toda seguridad un debilitamiento, una amenaza para la moral del ejército, pero la lucha contra este -enemigo interior- agrava fácilmente el mal. El militarismo siempre está en guardia en cuanto a la moral de la población en su conjunto, de los círculos de interés de ésta y de sus grupos ideológicos; siempre está al tanto de todo síntoma relativo a la moral que se manifiesta en quejas y protestas de toda suerte.
Dividir a la población entre pueblo en armas y no armado, o separar al pueblo armado del conjunto de si mismo carece de sentido. Impidiendo la difusión de las informaciones y el cambio de opiniones (control de correspondencia, censura, cierres de prensa, supresión del derecho de asociación y de reunión), se podría teóricamente superar la dificultad, pero tales medidas ejercen una influencia deprimente sobre la moral de las personas no enteramente sometidos o intimidados, y sobre lo que estás medidas no ejercen tal influencia deprimente, éstos -dado el carácter de la guerra moderna - son de un valor militar relativamente menor. Estás son algunas de las contradicciones numerosas con las que se enfrenta continuamente el militarismo actual.
El estado de ánimo de los soldados y de la población civil, en tiempos de guerra, constituye un fenómeno singular. Sobre todo en el frente, en estado de peligro permanente, con una intensidad nerviosa, este estado de ánimo es angustioso, monomaníaco, primitivo; los impulsos dominan, la razón enmudece; la visión general se pierde, incluso por la que se refiere a los acontecimientos diarios del conflicto mismo; todo pensamiento que pueda ir más allá de la defensa propia desaparece completamente, incluso la preocupación por la ayuda a los compañeros. Embotar, aturdir, impedir que el soldado sea dueño de sí mismo, que piense con claridad es un método excelente de dique moral y de mecanización para lograr una docilidad completa. Pero este método también encuentra su límite. En caso de guerra prolongada, incluso la perspectiva del triunfo desaparece y la impulsividad de la vida moral del soldado se transforma fácilmente en un peligro creciente.
Así pues, el militarismo se encuentra situado, en la lucha contra el peligro interior en tiempos de guerra, ante dificultades más graves que en tiempos de paz.
...No hacer nada que pueda fortalecer este espíritu en el ejército y en la población civil es la primera obligación de la lucha de clase contra la guerra antes y después de que ésta estalle. Hay que exigir a cada socialdemócrata, de toda política del Partido que tanto uno como la otra cumplan este deber sagrado..."
Posiblemente, y para no agotar la paciencia del lector, sean estas palabras las suficientes para dar entender el mensaje antimilitarista. Evidentemente, su libro es algo más extenso y explícito para todo aquel estudioso que este interesado en esta consciente disciplina. Esta conciencia antimilitar requiere una pedagogía y unos conocimientos de la sociedad y de la política, porque el mismo escritor advierte entre sus líneas; que hay que ser consciente y conocer la historia de las mentiras y de las hipocresías oficiales; porque utilizan con palabras provocadoras, como instrumento manipulador, los sentimientos de un pueblo y de la clase trabajadora, motivando y conduciendo, entre otras, al individuo a la guerra.
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