"Todo parece ser un complejo entramado de buenas intenciones sin conseguir verdaderas soluciones"
Ilustración de Axxard collages |
Existe una campaña de concienciación donde se habla de una transformación ecológica del medio ambiente. Se supone que con nuestros pequeños actos diarios se pueda frenar el calentamiento global. Esto puede dar una sensación de <sentimiento de culpabilidad> por nuestra participación en la suciedad del planeta. Aunque no ha sido todo lo correcto como se debía de actuar, el ciudadano de a pie, el que cada día acude a su trabajo, el que con su esfuerzo colabora con el avance del mundo, sólo ha participado en lo que se le concienció y de lo que se le fue vendiendo en cada momento de su vida. Así se ha logrado alcanzar este modelo de progreso haciéndole participe del consumo abrumador. Nunca se ha construido a conciencia pensando en las trágicas consecuencias que pueden acarrear en un futuro. El negocio siempre cree que a la larga obtendrá una solución a sus malas causas y procedimientos, confiando y dejando en manos del tiempo y de la ciencia esa solución. El ser humano a la vez, es un instrumento que el mercado sabe utilizar muy bien. Nuestras costumbres no son muy desapercibidas porque son muy constantes y habituales, y si nos ponemos a pensar, la economía se alimenta de cada gesto que realizamos. Si en su momento el ciudadano compró un automóvil (que ahora resulta ser un gran contaminante), es porque se le introdujo en un rol fomentando un mercado capitalista, progresivo y consumista, que con el transcurso de los años, se ha distanciado del calor humano teniendo como finalidad, la de ser económicamente más rica. Las grandes industrias automovilísticas y energéticas (petroleras y electricas), son en sí mismo un complejo negocio difícil de corregir. Los eruditos de estos negocios, sabían con suficientes años de antelación, que el planeta sufriría problemas ecológicos. Sin embargo, sus mayores preferencias, preocupaciones e intereses siempre son sus beneficios. La contaminación de CO2 siempre ha sido una cuestionable preocupación.
Cuestiones hay muchas que se podrían analizar para mejorar el aire que respiramos. Por ejemplo, en la actualidad no existe una perfecta movilidad de un servicio de un transporte colectivo y económico que cubra toda una metrópolis. La utilidad del vehículo se hace cada día más presente porque alejan los puestos de trabajo del lugar de residencia. Hay estadísticas que dicen que en una ciudad como la de Barcelona, se desplazan cada día un millón de vehículos que son conducidos a los lugares de trabajo, una cifra que coincide con la misma cantidad de aviones que surcan diariamente el cielo del mundo. Las soluciones para lograr una ciudad sostenible son pasajeras y sus remedios no son del todo acertados. Un remedio impuesto, siendo otro de los ejemplos, es que acotan el transporte privado para que no circulen en el interior de la ciudad, alegando un exceso de contaminación; y que sus vehículos aparcados y en circulación, ocupan un aproximado 76% del espacio urbano. Algo contradictorio con la publicidad excesiva en ventas de coches modernos e híbridos, cuyo otro problema surgirá con sus baterías de litio también contaminantes (considerado un mineral tan valioso como el oro en este siglo). También se piensa más en la recaptación económica que deja el turismo que en la propia convivencia del ciudadano. Si el uso del transporte público en general fuera más facilitado y económico, el ciudadano adoptaría otra conciencia y otros planteamientos. Ese favorecimiento no ha sido equilibrado, pues el efecto ha sido todo lo contrario: limitaron y encarecieron los pases o bonos -más usuales- de billetes de esos transportes públicos. Además, cualquier situación crítica, altera los precios a la alza de los combustibles sean cualquiera de ellos, con lo que motiva un incremento -el IPC- en todos los productos de consumo. No se puede responsabilizar a una población del daño que se le está causando al planeta. Se pueden practicar algunos remedios alternativos. El consumo es excesivo, la fabricación ya tenía que estar en <fase de decrecimiento >, esto quiere decir, que se ha de producir lo justo y necesario. Los materiales deberían ser de larga vida y no con fecha de caducidad. Se supone que existe diversas formas de mejorar el medio ambiente, pero los mismos que la proclaman deberían dar señales de mejoramiento.
Con nuestras pequeñas aportaciones medio ambientales en reciclaje y etc..., aunque se sumara toda la población, no se alcanzaría ecológicamente lo suficiente para evitar entre ello, el calentamiento global. Para ello hay que frenar las grandes industrias contaminantes y facilitar el transporte público para que no sean los mayores causantes de la polución. Es obvio que para convivir en una sociedad ecológica, alcanzar esa conciencia y sus costumbres llevará mucho tiempo.
En el primer año del COVID, se dijo en un programa informativo de televisión que, - la calidad del aire mejoró porque se paralizó muchas industrias, el transporte y ese millón de aviones que circulaban cada día por el mundo-. Cada vez más, existe en la opinión pública, la creencia de que el dichoso virus fue una fabricación y que se experimentó con toda la población mundial. El motivo de ello no lo sabremos nunca; sólo se supondrá por ciertas confabulaciones a la que uno puede creer o no. El suceso pandémico que paralizó el mundo en nuestro siglo, fue una desgraciada lección de vida que se esperaba que tras la recuperación, todos hubiéramos aprendido algo para mejor, y este suceso que ha persistido en sus variaciones, no ha conseguido cambiarnos. Sin embargo, lo que se ha logrado es que la gente sea más egocéntrica y menos solidaria. Todo lo contrario a lo que todos los optimistas esperábamos. Lo que se ha conseguido -a pesar de sus trágicas consecuencias-, ha sido una transformación acelerada de una sociedad que cada vez es más dispersa y dividida con tendencias individualistas navegando en un mundo de incertidumbre. Y para ello está la función y el servicio de las tecnologías que -nos tecnodirigen la vida- a las que nos tenemos que adaptar nos guste o no, y que ha ido cambiando a la derriba los sistemas públicos que funcionaban con su trato presencial con la población. La sanidad por ejemplo, después de agotar a sus sanitarios con la prevención del virus, a degenerado en los servicios. Pero ellos no son los culpables. Este caos pandémico, ha activado a que muchos sistemas de la sociedad, se transformen. Para ello, una de las invenciones ha sido el teletrabajo y el < hágalo usted mismo >. El ciudadano en algunos aspectos, se encuentra desolado cómo ocurre con los organismos oficiales que siendo ser los pilares de cualquier Estado, ha tenido sus puertas cerradas así como los servicios de la banca, en la que hay que solicitar día y hora para ser atendido, lo cual ha sido difícil garantizar debidamente las gestiones, sin embargo, los pequeños negocios siguen el funcionamiento habitual. Da a entender con esta actitud que hay clases y diferentes formas de atender a su población. ¿Qué función y sentido puede tener las instituciones que representan un Estado si estas permanecen cerradas o limitadas al ciudadano?. La sostenibilidad de las ciudades es una garantía de funcionamiento que produce estabilidad y seguridad. La sostenibilidad, como dice su propia palabra, es sostener un interés, buscar respuestas correctas y mantener la preocupación por el ciudadano en todos los aspectos de una convivencia. Si esto no funciona, las actitudes del ciudadano será el reflejo de la incompetencia e inaptitud de las políticas y sus políticos.
"El error consistió
En creer que la Tierra era nuestra
Cuando la verdad de las cosas
Es que nosotros somos de la Tierra "(Nicanor Parra)
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