"Es difícil desprenderse de alguien cuando lo tienes incorporado en el corazón. Cuando respiras,
late su recuerdo"
by: Surrealistly |
De pequeños jugaban juntos. En la adolescencia comenzaron su relación amorosa. Eran unos jóvenes que el destino tenía planeado que fueran el uno para el otro. Su noviazgo fue largo, lo típico y lo acostumbrado en un pueblo rural de la profunda España de entonces. Su pequeña población pronto se habituaron verlos en pareja, y todos ellos parecían estar convencidos que estaban hechos el uno para el otro.
Llegó el día de su boda. Casi todo pueblo de sus 300 habitantes se alegraron y muchos de ellos tuvieron lugar en su banquete.
Pasaron unos años y tuvieron su primer hijo al que llamaron José. Unos años después, tuvieron una niña a la que llamaron Rosa.
Como el pueblo tenía que depender del comercio ambulante, él se ánimo en hacerlo prosperar en servicios y puso un negocio de carnes muy necesitado en la localidad. Sin hacerse rico, el negocio fue prosperando con afecto popular. Los hijos fueron creciendo llegando hasta la adolescencia.
Pero el destino ha veces no aparece como lo esperado. A sus 50 años sufrió un ataque al corazón que lo llevó al otro mundo. Su mujer quedó en estado de shock, y ella y sus hijos no se vieron con el valor de continuar con el negocio y tuvieron que cerrarlo.
Todavía, unos 30 años después, su viuda continua en ese mismo estado de shock. Observa oculta tras unos cortinajes de su casa los paseantes vecinos de su calle. Le es muy difícil relacionarse apenas con nadie y le cuesta articular palabras alguna. Es como si estuviera fallecida en vida, y camina torpemente ladeada como si le faltara la otra parte de la persona querida para estar equilibrada y encontrarse con razón.
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"Las cosas son como son, sufrimos porque lo hemos imaginado distinto" (A. Jodorowsky)
De todos los dolores que existen en el mundo, lo hay de más pequeños. Y ocurren en uno o en otro en el alrededor de nuestra vida. Aunque seamos conocedores de esperanzas rotas, siempre existe alguna que nos puede conmover.
Conocí a un chico, un joven de unos treinta años. Vino de Italia a Barcelona a instalar una pizzería como negocio que prometía prosperar. Alquiló un local en una localidad afueras de la provincia y colindante con el mar. Todo parecía prosperar perfectamente, las obras y sus instalaciones se cumplían dentro de lo previsto y deseado. Logró ponerse en funcionamiento al fin. Pero unas semanas después, llegó el confinamiento del COVID. El negocio debía de permanecer cerrado, pero el alquiler debía de respetarse y mantenerse. Así que, mes tras mes, el chico pagaba su debido alquiler con la esperanza de que la pesadilla terminara pronto. Pero no fue así como todos sabemos. La duración de la pandemia fue prolongada, y en ese recorrido del tiempo, el joven se arruinó para terminar de pagar la maquinaria y los trabajos efectuados del mencionado local.
Cuando todo volvió a su normalidad, se vio obligado a abandonar el negocio para pagar sus deudas.
Ahora el muchacho trabaja tres días aquí y quince días allá, no siempre es así pero el chico va haciendo de todo lo que se presenta. Las perspectivas pueden ser novedosas y atractivas, pero el futuro no es siempre prometedor. La prosperidad no está garantizada.
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