"No es en absoluto una cuestión ociosa tratar de describir lo que es un ser humano" (Primo Levi).
El hombre vivía solo. La poca familia que tenía estaba remota y con una relación indiferente, rota por problemas que separan vínculos de sangre. Sus propiedades eran escasas que costeó con su trabajo de mecánico en el trayecto de su vida laboral . Su mujer que la amó profundamente, falleció hace algunos años. Amaba su soledad, donde solía decirse, - que en su aislamiento era una estancia consigo mismo, con su calma y en libertad-.
En una mañana de paseo le llegó ese día desconocido que tarde o temprano nos llega a todos sin previo aviso: el día de su muerte.
Llamaron a una ambulancia y lo trasladaron al hospital más cercano. Una vez allí, certificaron su fallecimiento, el cual daría la autorización para proceder a su funeral. Tras comprobar que no existía ningún familiar para comunicar su defunción, el hospital procedió a extraer algunos órganos todavía válidos de su cuerpo moribundo.
El funcionamiento sistemático en estas circunstancias, funciona aceleradamente. A través de diversas llamadas, lograron localizar a la compañía de seguros de decesos donde estuvo cotizando desde muy joven. La compañía volvió a comprobar que no tenía familia ni otro vínculo que pudiera reclamar y poder acompañar su cuerpo en esas últimas horas. Estaba solo en ese lecho. Y a pesar de que su cuota anual le daba derecho a todos los requisitos para cuando llegará ese momento, su compañía le escatimó lo que le pertenecía. Su féretro fue el más miserable, el más abandonado y caduco del almacén. Las flores eran las más marchitas, y el párroco se ahorró la misa y las oraciones ante la soledad del cuerpo presente. Ya no existía tiempo para sus demandas.
El féretro fue exhumado en el más húmedo, lúgubre y en el rincón más olvidado del cementerio.
Días después, en las diferentes instituciones de la que se compone una sociedad, seguía comunicándose la notificación de su defunción. Y por su confirmación de soledad, el papeleo era más ágil y sin los inconvenientes habituales. El certificado de su defunción era transmitido velozmente de ente en ente.
Sus impuestos y su ingreso de pensión, se anularon rápidamente. Posteriormente, el banco no tardó en apoderarse de sus ahorros, y el ayuntamiento de la ciudad, no se demoró en requisar su vivienda y el resto de sus propiedades.
(Imagen: René Magritte)
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"Abandono la tierra que conoce mi infancia,
abandono el paisaje familiar y abandono
la casa que en invierno construye la memoria,
tomo impulso en el aire y doy mi pelo al viento,
veo llegar cada tarde mis restos a la playa".
(Irse.- Poema de Javier Rodríguez Marcos de su libro: Naufragios). Editora Regional de Extremadura.
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