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17 dic 2021

Sin tiempo para demandas. (Narración)

 "No es en absoluto una cuestión ociosa tratar de describir lo que es un ser humano" (Primo Levi).

 



      El hombre vivía solo. La poca familia que tenía estaba remota y con una relación indiferente, rota por problemas que separan vínculos de sangre. Sus propiedades eran escasas que costeó con su trabajo de mecánico en el trayecto de su vida laboral . Su mujer que la amó profundamente, falleció hace algunos años. Amaba su soledad, donde solía decirse, - que en su aislamiento era una estancia consigo mismo, con su calma y en libertad-.

   En una mañana de paseo le llegó ese día desconocido que tarde o temprano nos llega a todos sin previo aviso: el día de su muerte.

   Llamaron a una ambulancia y lo trasladaron al hospital más cercano. Una vez allí, certificaron su fallecimiento, el cual daría la autorización para proceder a su funeral. Tras comprobar que no existía ningún familiar para comunicar su defunción, el hospital procedió a extraer algunos órganos todavía válidos de su cuerpo moribundo.

   El funcionamiento sistemático en estas circunstancias, funciona aceleradamente. A través de diversas llamadas, lograron localizar a la compañía de seguros de decesos donde estuvo cotizando desde muy joven. La compañía volvió a comprobar que no tenía  familia ni otro vínculo que pudiera reclamar y poder acompañar su cuerpo en esas últimas horas. Estaba solo en ese lecho. Y a pesar de que su cuota anual le daba derecho a todos los requisitos para cuando llegará ese momento, su compañía le escatimó lo que le pertenecía. Su féretro fue el más miserable, el más abandonado y caduco del almacén. Las flores eran las más marchitas, y el párroco se ahorró la misa y las oraciones ante la soledad del cuerpo presente. Ya no existía tiempo para sus demandas.

   El féretro fue exhumado en el más húmedo, lúgubre y en el rincón más olvidado del cementerio.

   Días después, en las diferentes instituciones de la que se compone una sociedad, seguía comunicándose la notificación de su defunción. Y por su confirmación de soledad, el papeleo era más ágil y sin los inconvenientes habituales. El certificado de su defunción era transmitido velozmente de ente en ente.

   Sus impuestos y su ingreso de pensión, se anularon rápidamente. Posteriormente, el banco no tardó en apoderarse de sus ahorros, y el ayuntamiento de la ciudad, no se demoró en requisar su vivienda y el resto de sus propiedades.

(Imagen: René Magritte)

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"Abandono la tierra que conoce mi infancia,

abandono el paisaje familiar y abandono

la casa que en invierno construye la memoria,

tomo impulso en el aire y doy mi pelo al viento,

veo llegar cada tarde mis restos a la playa".

(Irse.- Poema de Javier Rodríguez Marcos de su libro: Naufragios). Editora Regional de Extremadura.

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