"Nada nuevo tengo que enseñar al mundo. La verdad y la no- violencia se remontan a la noche de los tiempos" (M.Gandhi 1869-1948)
Para crecer, el espíritu necesita de ejercicio de la misma manera que la educación física le da al cuerpo el entrenamiento necesario. Pues bien , para educar a esos espíritus, todo dependía del profesor, de su ejemplo y de sus reacciones. Tenía que estar continuamente alerta, incluso cuando no se encontraba en medio de sus alumnos.
Si yo hubiera sido un mentiroso, habría sido inútil querer inculcar la franqueza a mis hijos. Un cobarde nunca será capaz de enseñar el coraje. ¿Y cómo iniciar a los demás en el dominio de sí mismo, si uno es incapaz de dominarse?. Saqué entonces la conclusión de que tenía que ser continuamente una lección para todos los que me rodeaban. En el fondo, fueron ellos mis maestros pues me daba cuenta de que mi vida tenía que ser irreprochable, aunque sólo fuera por su bien. En definitiva, les debía esos vigilantes censores el hecho de haberme disciplinado más mientras estuve en la finca Tolstoi.
En la escuela uno de los niños era brutal, insoportable, mentiroso y pendenciero. Un día demostró una violencia especial. Yo estaba desesperado. Nunca castigaba a aquellos muchachos, pero aquella vez estaba realmente furioso. Procuré hacerle razonar, pero no quiso dar el brazo a torcer e incluso se obstinó en mostrarse peor. Al final, tomé una regla y le di un golpe en el hombro. Creo que advirtió mi emoción, pues hice aquel gesto temblando. En efecto, nunca había sucedido nada igual. El muchacho se puso a llorar y me pidió perdón. No lloraba por el golpe del hombro. Robusto como era, aquel muchachote de diecisiete años, si hubiera querido, me podría haber devuelto el golpe. Pero comprendió que no me había gustado tener que recurrir a aquella pequeña violencia.
Siempre me he opuesto a los castigos corporales. Recuerdo que solamente tuve que recurrir a ellos con uno de mis propios hijos. Hasta aquel día nunca supe si había tenido razón al defender está postura. Entonces se trató sin duda de un error, pues obedecía a un impulso de cólera y al deseo de castigar. Aquel gesto sólo podria estar justificado, si no hubiera manifestado más que mi desaprobación; pero, en aquella circunstancia, se le habían añadido otros motivos.
Aquéllos muchachos, como es de imaginar, hicieron más trastadas, pero nunca les impuse castigos corporales. Así, gracias a mis esfuerzos por darles una formación espiritual a aquellos chicos y chicas, llegué a comprender cada vez mejor el poder del espíritu.
... Jamás recurrí a la mentira en mi profesión, y ... consagré gran parte de mi trabajo de abogacía a defender causas de interés público, por las que no pedí honorarios alguno nunca, sino solamente el importe de los gastos. Y a veces, ni siquiera llevada cuenta de ellos... Durante mis estudios había oído decir que el abogado desempeñaba un oficio de embustero. Pero ese comentario me dejaba indiferente, pues nunca tuve la intención de mentir para tener más éxito o para ganar más dinero... Está decisión se vió sometida a duras pruebas en mi estancia de África del Sur. Muchas veces la parte contraria animaba a sus testigos a que hicieran un relato tendencioso y a mi sólo me quedaba el recuerdo de imitarle para poder ganarle proceso. Pero siempre resistí la tentación. Recuerdo sólo de un caso en el que, después de haber ganado un proceso, sospeché que había engañado a un cliente. Sinceramente nunca deseé que ganará mi cliente más que cuando estaba en su derecho. Cuando fijaba mis honorarios, nunca decidía el importe por mi fracaso o de mi éxito.
... En la medida en que todos estamos sometidos igualmente a la misma ley moral, es posible afirmar que la humanidad es una. Evidentemente, existen diferencias debidas a las razas, a las condiciones sociales, etc. Pero cuánto más elevada es la posición de un hombre, mayor es su responsabilidad.
... Los deberes para consigo mismo, para con la familia, para con el país, y para con el mundo, no son independientes entre sí. Nuestro país no puede realizarse a costa del daño que se le haga al mundo en general. En definitiva, hemos de morir para que la familia viva, la familia ha de morir para que viva el país, y este último debe morir a su vez por la vida de la humanidad. Pero sólo el que es puro puede ser ofrecido en sacrificio. Por tanto, el primer paso que hay que dar es purificarse a sí mismo. Cuando el corazón es puro, enseguida vemos cuál es nuestro deber en cada instante.
... Queremos la libertad para nuestro país, pero con la condición de que esto no perjudique a las demás naciones, de que no se las explote ni envilezca en lo más mínimo...
... Si queremos servir a nuestros vecinos, que se encuentran al otro lado de las fronteras, no hemos de poner ningún límite. Esas fronteras no han sido hechas por Dios. Las han trazado los diversos estados. Tengo la finalidad de ganarme las amistades del mundo entero. Pero puedo perfectamente combinar el más alto amor con la oposición más irreductible a todo lo que es injusto...
... La civilización cen el verdadero sentido de la palabra, no consiste en multiplicar las necesidades, sino en limitarlas voluntariamente. Ese es el único medio de conocer la verdadera felicidad y de hacernos disponibles a los demás.
Se necesita un mínimo de bienestar y de confort; pero, una vez pasado ese límite, todo lo que debería servir para ayudarnos se convierte en fuente de malestar. Empeñarse en crear un número ilimitado de necesidades para satisfacerlas a continuación, es lo mismo que ponerse a perseguir el viento. Ese falso ideal no es más que una emboscada. Hay que saber imponer un límite a las propias necesidades, físicas e incluso intelectuales, para que la necesidad de satisfacerlas no se convierta en búsqueda de placer. Hemos de procurar que nuestras condiciones de vida, en el plano material y cultural, no nos impida servir a la humanidad, que es la misión que debe movilizar todas nuestras energías.
Es tan estrecho el vínculo entre el cuerpo y el espíritu que, cuando uno de los dos pierde el equilibrio, todo el sistema sufre las consecuencias...
He dejado decir a mis amigos que la verdad y la no- violencia estaban fuera de sitio en la política o en las demás asuntos temporales. Pero no comparto esa opinión. Yo no utilizo esos medios para asegurar mi salvación personal. Procuro recurrir a este principio en todas las ocasiones de mi vida diaria... La no-violencia no es patrimonio de los santos y sabios, sino también de todas las demás personas. La no-violencia es la ley de nuestra especie, lo mismo que la violencia es la ley de los brutos...
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Conseguir mediante la paz acuerdos políticos tanto nacionales como internacionales hoy en día es un gran mérito. Mucha población seguramente están muy preocupados por la política mundial. Pues se hace inconcebible el aumento progresivo de las guerras. Mayormente la política son de acuerdos de mercado y de intereses económicos. Evidentemente, las palabras y las acciones de Gandhi ya no son recordadas ni se tienen a modo de ejemplo; más bien, sus experiencias y discursos son tomados como anticuados. Sin embargo, para ese vacío de reflexión, esos referentes se pueden considerar de mucha importancia. Muchos de los politólogos contemporáneos no tienen el carisma y la profundidad de sus antecesores. Los líderes actuales son populistas; personajes que han convertido la política en shows televisivos diciendo cosas que quiere oir una parte de la gente desengañada de la vida moderna.
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La biografía de Gandhi es muy interesante y muy sincera a la vez. Está llena de experiencias muy complicadas en una época muy convulsa donde la independencia de unos países y los derechos humanos estaban a punto en ser reconocidos.
Hoy, en la actualidad, puede que se repitan sucesos y conflictos en diferentes maneras, pero ya no existe el posible carisma de buenas intenciones de los políticos. Escasea la moralidad, los principios, las referencias de las ideologías. La diferencia entre los diversos partidos políticos es mínima. Sin esa responsabilidad que comentaba Gandhi en la política ¿que podemos esperar de ella entonces? ¿Queda relegada a comerciantes y a inexpertos?
La vida de Gandhi contenía una tradición religiosa de la India. Tenía un profundo respeto a la vida y un amor a la humanidad, luchando con razonamiento por la justicia y con el ideal de conquistar la libertad. Muchas cosas de ellas lo consiguió con sacrificio y renunciando a muchos placeres. Su búsqueda de la verdad fue continua. Para Gandhi, todos los humanos son hermanos, y ninguno de ellos pueden sernos extraños. Y hasta los seres más perversos contienen un poco de humanidad. Y todo esto son consideraciones para practicar la no-violencia.
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