"Admirar no es ejercer un culto a la personalidad, es una admiración que quiere nacer de la comprensión" (Enrique Krauze)
Es verano, hace mucha calor, y la gente por nuestras calles vamos muy ligera de ropa. La ciudad es muy asfixiante. El asfalto, el cemento y el aire caliente que expulsa ciertos extractores y otros del aire acondicionado, agravan más el ambiente caluroso. Las lluvias escasean o cuando llueve, incluso pueden ser torrenciales que causan desgracias.
El turismo en la ciudad es masivo. Llenan las playas, los lugares significativos y las calles más populares. En ese circuito lucen sus cuerpos con ropa de moda; unos son atléticos, otras de extrema belleza; donde la piel de ambos muestran sus piercings y el culto de sus gustos con los dibujos de sus tatuajes señalados en cualquier rincón de sus cuerpos. Sólo las personas mayores buscan una pequeña distracción con una charla, en otros rincones o un asiento donde refrescarse con un poco de aire fresco. Ellos ahora, tratan de comprender con su miradas, la modernidad. Son los únicos, que por indiferencia y otras con cierta envidia, le son ridículas todas esas marcas y modas. Todo ello ya carece de sentido para las piernas varicosas y cansadas de las señoras, y las piernas delgadas y huesudas de sus hombres. Todos ellos ya mayores y llenos de recuerdos, fueron testigos y algunos partícipes de diversos acontecimientos y estilos que les tocó vivir en su momento. El tiempo transcurre para todos, e inevitablemente, todos participamos en cierta medida, en las costumbres de la época que nos ha tocado vivir.
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El culto al cuerpo en la actualidad está demasiado sobrevalorado. Son unos tiempos en que cualquier gimnasio tiene más socios inscritos y participativos que cualquier centro cultural, asociación o sindicato. Tiempos que predomina el narcisismo más que la cultura general o el interés social.
Lo predominante ahora es el cuidado de uno mismo. Todos parecen que se cuidan a la perfección: el peinado de moda, dientes brillantes, uñas perfectas e incluso con diseños de colores, cejas y otras depilaciones. Es evidente que la publicidad ha influido en todo ello: en el marketing del cuerpo bello
Quizás la cosmética habría que incluirla en el presupuesto de los gastos caseros. Sus productos milagrosos aparecen imparablemente en multitud de revistas y anuncios televisivos. Nunca antes el maquillaje de la realidad ha estado tan activa. La realidad de la sociedad misma y de sus males está maquillada como si fuera un componente más de esa cosmética. Se evita lo feo, sólo lo que parece horroroso es noticia desagradable y utilizado como noticia sensacionalista. En esos cuerpos perfectos se busca la belleza en la imagen exterior, el agradar a los demás. Pero para alcanzar la perfección en ese cuerpo humano se requiere para algunos, una ética en el comportamiento donde parece que las enseñanzas morales se han extinguido, y donde se ha olvidado lo esencial de la belleza interior y el cuidado del alma.
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