"Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano" (Schiller)
"Nosotros queremos ser los herederos de la moralidad después de haber destrozado la moral" (F. Nietzsche)
Cuando Moisés capitaneaba a la multitud rumbo al exilio, en uno de aquellos descansos, Moisés se dirigió a la cumbre de una montaña para atender la llamada de Dios. Dios era él mismo, es decir, su subconsciente que era superior a su raciocinio personal. Su preocupación era muy inmensa al responsabilizarse por toda esa multitud de hombres, mujeres, niños y ancianos que le seguían creyendo en su palabra y esperanza, dirigiéndose a ese lugar utópico para vivir y que no terminaba de llegar. Moisés necesitaba calmar las impaciencia y el cansancio de esa multitud desesperada que se impacientaba y se revelaba. El destino parecía inalcanzable. Entonces ascendió a la montaña que estaba a primera vista. Dijo a la multitud que Dios requería su presencia en la altitud y en soledad y les dijo que les esperara a su regreso. Entonces Moisés ascendió poco a poco lo que le permitían sus sandalias destrozadas. La fe es más superior que cualquier sufrimiento, al menos eso dicen algunos testimonios que han conocido y padecido la desesperación.
Una vez en un rellano y en la seguridad de un pequeño espacio de la cima, Moisés buscó unas anchas piedras que fueran lo más lisas posibles. Allí sacó lo que tenía ocultado bajo su túnica: un escaso alimento, una escarpa y un martillo .
En la larga caminata había estudiado y experimentado los comportamientos de las personas. Caminar y dirigir durante miles de kilómetros a una comunidad desesperada, es algo angosto, que motiva a conocer la condición humana y la escasez de la virtud. Sólo con la ayuda de los pocos, y de los más convencidos creyentes, hizo posible dirigirlos por ese largo camino que conducía a la anhelada Tierra Prometida.
Moisés, cómo un picapedrero, empezó a pulir la piedra y a esculpir la primera constitución de lo que será para siempre los Diez Mandamientos. Cada artículo de la ley, estaba diseñado para prohibir todo aquello que se consideraba pecado o inmoral en los haceres del individuo.
El labrado en la piedra era duro. Costó unos días realizar el trabajo por la dureza de la piedra. Moisés ya tenía los artículos ordenados en su mente y con ellos tenía la esperanza de evitar mayores males de la humanidad.
Cuando regresó al provisional asentamiento de su pueblo, comprobó que la impaciente multitud había perdido la fe y la esperanza de construir un mundo mejor, y en sustitución de su estancia habían creado un icono de oro a quien creer y adorar.
Entonces Moisés se mezcló en la multitud y como si fuera un mago, fue asombrando con las tablillas de piedra y sus Diez Mandamientos. La gente asombrada sólo podía creer que esas letras grabadas en una dura piedra sólo podían haber sido creadas por obra del mismo Dios, y que Moisés había sido el representante elegido para satisfacer y obedecer su ley. Sin esos mandamientos no se sabe ciertamente como hubiera avanzado el mundo hasta la actualidad, pero la adoración a dioses ha traído conflictos en el mundo.
La proeza de Moisés permanece presente hasta nuestros días, pero es muy extraño no cometer un error en alguno o en la totalidad de los mandamientos, pues muy pocos honran a los padres; difícil es no cometer actos impuros; robar, mentir y hacer la guerra es un hábito normalizado. Desde entonces, existe una dualidad moral en lo que se debería ser y lo que se hace; en lo que creemos y en lo que realmente hacemos, pues el ser humano con el paso del tiempo, ha perdido los principios éticos, y en su vida se ha instalado diversos dioses de lujo al que adorar y desear.
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