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19 dic 2023

El vertedero (narración)

 "Viviendo en un vertedero, somos movidos, producidos y reproducidos tanto por el vertedero como por nosotros mismos" (Michael Marder)


   Era impresionante ver aquella montaña llena de escombros y de basura. Durante un periodo de un año, estuve trabajando unas dos veces por semana, en la limpieza de un cuartel donde hice el servicio militar situado en Las Palmas de Gran Canaria.

   Cada semana la montaña de desechos ciudadanos estaba más alta. El camión que se utilizaba para todos los servicios militares le costaba subir por el camino empinado y polvoriento para llegar a su cima. Una vez allí, bien con las manos o con algunas palas, mientras las gaviotas revoloteaban sobre nuestras cabezas buscando algo nuevo que comer, nosotros volcabamos los escombros. Posteriormente una máquina apisonadora se encargaba de aplastar todos aquellos residuos que terminaba formado parte del aquel terreno que cada vez se hacía más elevadizo. Todo aquello engrandecía una gran montaña pero de desechos. Mientras hacíamos esas labores, teníamos que usar nuestros pañuelos para evitar que el polvo contaminante que a la vez se alzaba, se mezclaba con la calidad del aire que se respiraba en la ciudad y evitar que los microresiduos nos entrará por las vías respiratorias y por los ojos. Ese trabajo de limpieza no era muy agradable, lo único bueno que conllevaba, era que en ese laborioso transcurso, te librabas de clases teóricas de estrategias militares o de conocimiento de las armas. 

   Por entonces, no existía el concepto actual del reciclaje de todo aquel montón de escombros. Tampoco parecía que les preocupara los problemas que podía ocasionar todo ello para el futuro. Afortunadamente, ya hace muchos años de esa experiencia y seguramente, esa ciudad ya habrá tomado medidas con normativas ecológicas. 

   Cuando subíamos en el camión por su camino ascendente, permanecíamos en un intimo silencio cubiertos con nuestros pañuelos. Ese lugar de suciedad maloliente te transportaba aquellos lugares del tercer mundo que sale en los documentales y reportajes de televisión. Allí todo estaba mezclado: electrodomésticos, plásticos, vidrios, juguetes, neumáticos, tejidos, y un largo etcétera que cualquiera pueda imaginar. Todo se encargaba después aquella monstruosa apisonadora de convertirlo lentamente en un elevado piso más de una repugnante colina. 

   Me dio por pensar entonces, y aún lo sigo pensando, lo importante que sería dar una educación cívica y ecológica, aunque no sea muy agradable por las condiciones del lugar, de mostrar a los alumnados del colegio, esos cementerios de escombros. Las entrañas de ese vertedero era tan impresionante, que contemplar de cerca ese desierto nauseabundo, uno tomaba preocupación y consciencia de la gravedad de la contaminación del planeta. Solo imaginando los millones de rincones similares que puedan existir en todas las ciudades del mundo, dan una suposición de la magnitud del problema de los residuos. La atmósfera en emisiones de CO2 nos devuelve todo aquello que contaminamos.

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16 dic 2023

La pianista (narración)

 "La armonía es la plenitud tras la dificultad" (Antonio Colinas-poeta)


   Por la calor del verano, las ventanas estaban abiertas. No entraba ni una pizca de aire que refrescara la casa pero si entraba una melodía lejana de piano. Alguien no muy remoto tocaba aquellas teclas. Me asomé por esa curiosidad innata por una de las ventanas buscando aquella procedencia sonora. Al rato localice no muy a lo lejos, el sonido musical. Tuve que afinar la vista y distinguí a lo que supuse una nueva vecina, pues era la primera vez que llegaba a mis oídos tales notas. Era una mujer con una cabellera larga y rojiza que le cubría toda su espalda. Iba vestida de negro y su cuerpo gestuaba al compás del ritmo. Lo poco que se visualizaba desde mi ventana, era una habitación espaciosa donde parecía que el único mueble existente era el piano. El resto visible de su vivienda era todo blanco. Ni un adorno ni un cuadro. Un auténtico habitáculo exclusivo para ese instrumento, todo lo demás, daba la sensación de no importarle a su pianista. 

   Estuvo practicando todas las tardes del verano. Y tengo que confesar que, oyéndole practicar, me producía una relajación y pude reconciliar buenas siestas. Esas notas musicales que interrumpían el silencio de las primeras horas de la tarde, no parecían molestar a ningún vecino porque no se manifestó ningún vocerío quejándose. 

    A momentos, fragmentos de Chopin se repetían y se repetían como si la pianista buscara la perfección sonora. Seguramente los oídos del vecindario no están lo suficientemente educados para distinguir sus diferencias tonales. 

   Ella parecía olvidarse del resto del mundo mientras tocaba sus teclas. El vacío de su vivienda hacia resonar más la música clásica y por la rectitud de su postura, podía dar a entender que era seguramente una profesional y quizás una componente de una orquesta sinfónica.

   Con el paso de los días mi cuerpo y mente se acostumbró a sus preludios que, cuando ella no practicaba sus ensayos, yo no conseguía relajarme para hacer mis siestas. El sonido limpio y repetitivo de las sonatas conseguía en mi, un efecto de paz y tranquilidad.

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3 dic 2023

Relatos Cortos Próximos. 36 Parte

 "La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo" (A. Camus)

   Las últimas veces que tuve visita médica, mí doctora estaba 
ausente. En su lugar me atendió otra suplente más joven. Así ocurrió las siguientes veces que tuve visita; bien por resultados de una analítica o por otras circunstancias. Periódicamente tuve que asistir una temporada seguida y mi doctora seguía suplantada por diferentes doctoras más jóvenes. Suele ocurrir que en ciertas profesiones como en nuestros mecánicos o nuestros peluqueros etc..., están esas personas que solemos acudir habitualmente porque mantenemos unas preferencias y confianzas. Los doctores y doctoras ya tienen nuestro historial médico y el conocimiento de nuestros dolores nada más al vernos entrar por la puerta de su consultorio. Tienen una memoria increible. Con el tiempo la seguridad social les mantiene habitualmente la misma lista de sus pacientes. Y con el tiempo saben los mejores recetas de medicamentos para que nuestro cuerpo responda mejor en salud.

    En la última consulta pregunté a la asistente del momento por mi habitual doctora. Su respuesta fue corta y fría, - no está disponible- me dijo. Me pareció por su seca contestación, haberla molestado con mi pregunta como si la hubiese subestimado. Pero esa no fue mi intención. 

   Tampoco menosprecio a los doctos más jóvenes, al contrario, me alegro de un relevo joven en las profesiones. Pero ocurre que muchas personas estamos acostumbrados a una atención y a un calor profesional humano a la que algunos de está nueva generación tiene que hacer un rodaje. Por lo menos, eso es lo que se espera. Se supone que este oficio es más destacable por su dedicación a la ciencia de la sanidad y al cuidado prójimo que cualquier otro porque la salud es primordial.

    Mencionado esto, no muchos días después de mi última visita me encontré en el vecindario a una amistad donde ambos sabíamos que teníamos la misma doctora. Como hicimos un comentario al respecto, este me informó que se había enterado, que nuestra doctora falleció por un cáncer linfático. 

   Tengo que reconocer que mi doctora era severa y austera, pero con un ojo clínico acertado. Poco a poco con las visitas que mantuvo conmigo, pude comprobar su profesionalidad médica. Y quizás pueda demostrarse, que a pesar de su enfermedad que no confesó a sus pacientes, estuvo hasta el último de sus momentos de salud, tratando y medicando a todos sus pacientes. Dedicó su pasión a la medicina general hasta el último aliento de su salud. 

   Está mención también me hace recordar a otro gran profesional médico. Cuando yo era un niño no existía los medios ni la modernidad del que ahora disponemos. Este doctor y gracias a él, me detectó que yo sufría una grave hepatitis. Su consultorio por entonces, era grande y de escasa luz. Me detectó la enfermedad saliendo al exterior, donde daba los primeros rayos de sol. Allí me observo los ojos y las uñas de mis dedos, y por su color, acertó en el diagnóstico. Entonces permanecí unos meses de reposo en cama donde mi sudor dejaba las sábanas amarillas.

   Alrededor de nuestra vida, por suerte, tenemos a grandes personajes que pasan anónimos en la gran historia de la humanidad, pero sin embargo, son personajes que por sus profesiones; bien sean maestros, médicos u otros, han ayudado y aportado haciendo el bien en nuestro pequeño entorno y sociedad. Esas personas a medida que crecemos y ellos fallecen, permanecen en nuestra memoria como benefactores. Así pues, demostremos gratitud al recordarlos por haber existido y por haber contribuido a su comunidad con dedicación y amor. Porque quizás, gracias a ellos, nosotros somos los que somos y estamos mejor. La vida en ciertos momentos nos da oportunidades para que no la encontremos absurda.


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