llenas de certezas. Esa gente es
terrible" (Antonio Tabucchi)
"Era un hombre de mediana edad, pasaba ya la cincuentena. Se encontraba en una situación precaria, vivía solo y estaba cobrando una miseria de subsidio de desempleo como única ayuda del estado. A veces pensaba y daba gracias al destino de poder tener su vivienda ya pagada y de saber sobrevivir con escasas necesidades. Por las mañanas solía pasear aprovechando el sol matinal y sentarse en un pequeño jardín que se había formado en un solar abandonado, y leer el periódico gratuito que solían regalar en las bocas de los metros.
El hombre se mantenía higiénicamente correcto, pero su precariedad le hacia mantener el aspecto de un indigente abandonado de la mano de Dios. Estaba totalmente en desacuerdo con las normas y las costumbres que estaba creando una sociedad moderna. Por lo tanto, esto lo convertía en un inconformista rebelde, en un -fuera de la ley-, cada día apartándose más de la sociedad, sintiendo que las nuevas reglas de la sociedad no eran para él. Esto lo hacia sentir más solitario. Las personas solitarias son casi invisibles a los ojos de otras personas. Solo las ves cuando uno abre los ojos a la realidad.
Las personas diferentes o solitarias no gustan al resto de la sociedad; y esto hace que la soledad sea más grande.
Siempre hay gente que le molesta la presencia en las calles de este tipo de personas solitarias, esa -aporofobia- o rechazo al pobre, que deambulan de un sitio para otro, sentados en bancos como seres fantasmales.
Daba la casualidad, que en el barrio estaban atravesando una pequeña ola de atentados terroristas, que la policía y la prensa atribuía a la acción de una persona solitaria, y pedían la colaboración ciudadana ante cualquier sospechoso para frenar esos actos delictivos.
Entonces ocurrió lo que a veces uno no espera. Unos vecinos denunciaron como un posible sospechoso a nuestro amigo.
A primera hora de la mañana, fue detenido violentamente mientras leía el periódico en el mismo lugar de cada día. En la comisaría fue retenido, posteriormente interrogado, y más adelante torturado.
A pesar de que no habían encontrado las suficientes pruebas y su casa había sido registrada e interrogado a sus vecinos, pasó un tiempo en prisión preventiva.
Dio la casualidad que los atentados dejaron de sucederse coincidiendo con el arresto. Entonces creyeron que habían acertado con la detención de nuestro hombre. El barrio volvió a la calma, y los vecinos volvieron a sentirse más seguros.
Así pasó un largo periodo en la soledad también, pero está vez, la de una prisión. La vida a veces es injusta hasta con los justos.
Mucho tiempo después, en el barrio, ocurrió otro atentado aún más grave. Las características eran similares a los actos anteriores. Obra posible del mismo hombre solitario.
Los agentes de seguridad y los medios de comunicación habían encarcelado a un inocente.
Días después procedieron a su libertad. El hombre salió de la prisión con lo que llevaba puesto el mismo día de la detención. Nadie le esperaba a su salida, ni siquiera le dieron disculpas ni indemnización. Pero él ya no era el mismo. Los malos tratos y el daño psicológico de su detención, y el tiempo carcelario, habían magullado todo su cuerpo. Se notaba que sus piernas ya no podían aguantar su peso al caminar.
El hombre, al día siguiente, ordenó como pudo y a pesar de sus dolencias, su casa. El registro policial lo había dejado todo patas arriba. Después de esto, el hombre volvió a sus costumbres de antaño; coger el periódico gratuito y leerlo tranquilamente en su asiento tomando el sol. Leyéndolo
entró en un profundo sueño del que ya no despertó.
La policía, a la mañana siguiente, fue a recoger su cuerpo inerte que aún permanecía en la misma posición, y con el periódico en la mano. En este, se podía leer las injusticia que se había cometido al arrestar a un hombre solitario. Su nombre aparecía escrito en un artículo. Era la única vez en su vida en la que se hablaba de él como un hombre justo, que cayó en manos de una injusticia"
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