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4 may 2013

"El viejo, el árbol y las hormigas" (microrelato)

"Un hombre alcanza su plenitud cuando observa a sus semejantes desde un lugar solitario"
  (F.Gonzalez Ledesma)

"Solamente hacia unos cuantos meses que se había jubilado, después de estar trabajando desde niño. Ahora romper esa monotonía después de toda una larga vida, le resultaba muy difícil. Su ambiente había sido únicamente vinculado al mundo laboral, y ahora le era muy ajeno adaptarse a otros hábitos. No encontraba nada que le llamase la atención, ni tenia ni sentía curiosidad por otras actividades, y le costaba mantener su mente distraída.
   Por las mañanas seguía levantandose cada día a primera hora de la madrugada, porque su dolor de espalda le impedía permanecer más tiempo en la cama. Ahora corrían unos ambientes socialmente muy críticos. Se encontraba jubilado y desatendido por una sociedad que estaba sufriendo duros recortes . - Toda una vida trabajando para encontrarme esto- pensaba cada día, y veía que a su alrededor reinaba el egoísmo, las prisas, la ansiedad, la preocupación y el miedo a vivir.
   Antes de dejar su vida laboral, sabía que existía esos problemas, pero ahora al estar más relajado y ser más contemplativo, todo lo veía diferente. La rotura de la monotonía le hacia experimentar todo de otra manera, y parecía que las cosas le afectaban más, como si fuese más sensible. - No vamos bien- eso se lo decía en soledad y en voz baja.
   Uno de sus planteamientos era preguntarse, si tanto costaba hacer el bien. Y se cuestionaba si él, en el periodo de su vida, había sido consciente o no de sus actos buenos.
En los paseos mañaneros solía recoger la prensa gratuita, esa que reparten en las bocas de los metros. Después buscaba un lugar seguro para sentarse y leerlo. Posteriormente reanudaba su paseo, descansando después en una cafetería donde solía tomarse un café.
A pesar que se servían los sobrecitos de azúcar junto con el café, el solía tomárselo solo, y los azucarillos se los introducía disimuladamente en el bolsillo para aprovecharlos en su casa. Después de esto, sino mantenía una conversación banal con alguien, proseguía su paseo  ya de vuelta al hogar.
   Uno de estos días se fijó en un gigantesco árbol al que nunca puso atención, y se cobijó a su sombra. Este hecho le gustó, encontrándose relajado. Y este acto ya fue como una costumbre para cada día, al que se había preparado minuciosamente unas piedras que se hicieron fijas como asiento. La visita diaria a este viejo árbol era ya como una encuentro obligado y necesario, como si fuera un premio, o una meta al final de  su caminata. Observaba bajo su sombra la continuidad del mundo que a veces comentaba con el árbol, como si mantuvieran una conversación. Se fijó que en sus raíces había un hormiguero donde sus hormigas iban y venían haciendo sus labores que les encomendó la natura. En ese mismo instante le comento al viejo árbol - debajo de la tierra es donde está la madre y la sustancia de la vida- , siguió con la vista contemplando la labor de las hormigas, y la curiosidad no se la quitaba de encima viéndolas como pacíficamente trabajaban en equipo, recogiendo y reciclando milésimas de minucias de sustancias casi invisibles que hay en la tierra. Haciendo una labor en la que el ser humano apenas valora, pero que sin embargo es importante para el funcionamiento del mundo. Se sentó tan agradecido por ese instante, que echó una de sus manos al bolsillo de su chaqueta y sacó un azucarillo. Rompió su sobre y vertió todo el contenido en el agujero del nido de las hormigas. Las hormigas empezaron a acelerar su ritmo medio alegres y medio asustadas por el contenido dulce que le caía del aire.
   A partir de ese momento, se prometió hacer el bien cada día, aportando algo dulce a la madre Tierra. "